26 de marzo de 2008

Lourdes, Fátima, Calanda... Holanda

Matuzalem está en Amsterdam desde el punto de la mañana. El doctor Villanueva y el fisioterapeuta Míchel Román le acompañan. El club ha decidido que le vea el veteranísimo Dick Van Toorn en su consulta de la capital holandesa, otrora famoso "mago" de las recuperaciones de los deportistas lesionados. El Zaragoza, en los principios de los años noventa, ya utilizó su magia varias veces en busca de sus milagrosas pócimas cuando las dolencias musculares afectaron en momentos cruciales de las temporadas a jugadores clave, casos de Pardeza, Esnáider o Solana.
Van Toorn, de metodología secreta (claro está), puesto de moda en España por el Barcelona que lideraba Johan Cruyff (aquel que acabó siendo el "dream team" azulgrana), es ya un venerable fisioterapeuta centroeuropeo que ha ganado dinero a capazos a lo largo de las últimas dos décadas de su carrera profesional que todavía conserva una reducida cartera de clientes que acuden a él con cierta asiduidad.
El Zaragoza, donde Pardeza (uno de sus sanados) ostenta cargo de peso, ha pensado en el brujo neerlandés para intentar sanar cuanto antes a su estrella Matuzalem, pieza que se considera fundamental para salvar la categoría en la dificilísima recta final de Liga que resta, con 9 partidos a cara de perro de los que, en principio, el suramericano está abocado a perderse tres. El club, con Jesús Villanueva como referencia clínica y el director deportivo, en definitiva, tienen siempre la puerta abierta en casa Van Toorn.
El diagnóstico que dejó la resonancia magnética nuclear el pasado lunes respecto del alcance de la lesión muscular que padece el brasileño en el gemelo de su pierna izquierda fue peor de lo esperado. Lo menos dañino hubiese sido una contractura. Pero no, las pruebas radiológicas evidenciaron que el problema era un escalón superior: padece una microrrotura en el sóleo de su extremidad zurda.
Viendo lo que se viene encima, observando el mal rendimiento que dio el equipo el domingo pasado ante el Almería sin Matuzalem en el once titular (y lo que se notaron en positivo los 14 minutos que estuvo sobre el campo), tres partidos sin él suenan como una eternidad.
Matuzalem se ha convertido en un ídolo, en un icono, en un acto de fe en sí mismo. Porque, en realidad, el brasileño apenas ha jugado en el Zaragoza desde que llegó. Con el ratito del domingo, solo ha participado en 8 partidos ligueros. Y, entre expulsiones y sustituciones, lo suyo no ha sido tampoco jugar los 90 minutos como norma. A pesar de tan escasa aportación, de tan pocos réditos de lo que se supone que este jugador ha de dar al equipo, los responsables deportivos del Zaragoza se aferran a su estela, a su nombre, a su halo de figura estelar, para que su presencia en el once inicial pueda argumentar a todo el zaragocismo que la salvación en posible y que el descenso es algo imposible si hay alguien de tanta calidad sobre el campo luciendo la camiseta blanquilla.
Así que, en la ceremonia de nervios y temblores que el final del campeonato está empezando ya a traer a los alrededores del Real Zaragoza, ahora toca "milagro". El que supondría que el legendario Van Toorn suturase de súbito la rotura fibrilar que tiene Matuzalem en su pierna buena y, de tres semanas de baja (20 días es la estimación de los médicos especialistas españoles de Zaragoza, Aragón), se pueda pasar a solo una o, en el peor de los casos, dos. Por intentarlo, que no quede.
Es época de levantar la voz contra los arbitrajes, aunque los agravios sean iguales o menores que los ocurridos en tiempos de menos presión clasificatoria; es época de llamar a la afición a un apoyo incondicional, aunque sea a costa de perjudicar a los abonados que pagaron su caro abono a principio de temporada y ahora ven como ir al fútbol cuesta calderilla; es época, al fin, de buscar asideros y soluciones al galope antes de que el tren descarrile por completo y se vaya campo a través fuera de los raíles; es época, en definitiva, de buscar milagros. Como el de Van Toorn con Matuzalem. En otros tiempos, más cercanos a los de Lourdes, Fátima o Calanda, el prestigioso recuperador holandés los logró con otros futbolistas afamados. Ojalá sus poderes sigan activos. Quizá el tulipán acabe siendo el mejor "fichaje de invierno" de la temporada si logra el propósito de los zaragocistas.

18 de marzo de 2008

Bandrés hace bien, pero tan desastrosa temporada no admite atenuantes

Eduardo Bandrés se ha decidido a levantar la voz casi dos años después de su aparición en la presidencia ejecutiva del nuevo Real Zaragoza referenciado por Agapito Iglesias, el hombre que adquirió en determinadas condiciones la mayoría de acciones que poseía en anterior máximo accionista de la entidad, Alfonso Soláns Soláns. Amagó por carta tras el follón con el Barça hace 20 días y culminó su reacción in voce el pasado domingo en Villarreal, enfadado por el agravio que el árbitro Álvarez Izquierdo llevó a cabo con el equipo aragonés en el criterio utilizado por el juez catalán a la hora de señalar sendos penaltis con formato similar: agarrón previo de un defensa a un delantero en la búsqueda de la posición en el área mientras el balón volaba procedente de un centro. El de Javi Venta a Oliveira no lo vio como pena máxima en el minuto 4 (hubiera acarreado, bien pitado, tarjeta roja para el zaguero local), pero el de Paredes a Capdevila en el minuto 64 si que lo indicó el amigo Álvarez sin dudar un solo instante para, con la posterior transformación en gol por parte de Rossi, apuntillar a un equipo aragonés muy desgraciado ante el gol, escocido y desquiciado por su malísimo momento moral, deportivo e institucional.
Eduardo Bandrés tiene razones de peso para emitir una reacción sonora que, como la que nos ocupa, le lleve (a él y a la entidad zaragocista) al primer plano de la atención mediática española. No en vano, no solo ha arremetido contra los árbitros -al más puro estilo tradicional- por los perjuicios evidentes que causaron al equipo aragonés en los duelos ante el Barcelona y el Villarreal. También lo ha hecho contra una batería de medios de comunicación de ámbito nacional que, incomprensible e injustamente, coincidieron en acusar, atacar y tergiversar una serie de datos, manifestaciones e informaciones relativas al club, la afición y algunos jugadores en unos momentos realmente delicados para el Zaragoza. Y esta segunda parte de su reacción tiene su riesgo, como ya ha podido comprobar de inmediato el novel dirigente futbolístico aragonés. Los medios madrileños que ejercen la, a veces discutible, tutela de las líneas editoriales de sus respectivos grupos en todo el territorio, no soportan bien que se les señale "desde provincias" en sus errores de enfoque y sus habituales males de soberbia provocados por el desconocimiento que da la distancia (ha pasado, pasa y pasará en todas las empresas de ese perfil).
Se corre el riesgo, además, de ser acusado de provincianismo. Bandrés ya lo ha sido, por supuesto. Pero uno siempre ha pensado (y lo ha ejercido de facto cuando le ha tocado litigar en territorios similares durante muchos años) que lo verdaderamente provinciano es tratar con desdén y distanciamiento -desde el supuesto "eje de poder" que ostentan las matrices de las empresas nacionales en Madrid- a las gentes y los clubes de la "periferia". Y que, cuando esto sucede, no deben de extrañarse los sujetos ejecutores de estas acciones de que se les señale e incluso se les califique negativamente. Se lo ganan a pulso las más de las veces.
Por eso, vista la actitud de Bandrés desde este prisma, su postura crítica y beligerante -adoptada de manera voluntaria y meditada- me parece correcta y fundamentada. Otra cosa es que, a corto y medio plazo, resulte útil. Exteriormente, está claro que no lo va a ser. Interiormente, quizás. Siempre parece bueno que un colectivo desgarrado, desilusionado, heterogéneo como nunca, agobiado y en crisis de identidad como es ahora mismo el zaragocismo, pueda aglutinarse en torno a un elemento que, mayoritariamente, lo junta en una sola dirección. Por ahí, es posible que la reacción de Bandrés pueda surtir efecto. Pero nada más. (Ojalá sea suficiente para que se sumen circunstancias suficientemente positivas como para que el equipo permanezca en Primera División el 18 de mayo, que es de lo que verdaderamente se trata en estos dos últimos meses de Liga que restan).
De lo que Bandrés, Agapito, Pardeza, Herrera y demás dirigentes y ejecutivos del club han de estar seguros es que, sea como sea, este frente abierto en las últimas horas, a través de la postura pública del presidente, no difumina ni un milímetro la horrible temporada que está cuajando el equipo, la sociedad anónima y todos sus responsables y protagonistas. Han de tener presente que este lío, que hace referencia básicamente a algunos de los últimos partidos disputados por el equipo en el último mes, no entretiene ni dispersa la atención de cualquier analista que pretenda desmenuzar en un futuro muy próximo todo lo ocurrido en los últimos meses y que ha desembocado en un abismo que da vértigo y tiene a la institución al borde de un batacazo sin precedentes.
Hace días que sonaron las alarmas y seguimos sumidos en horas de búsqueda de soluciones, de intentos de reanimar un muerto. Lo primero es salvar el pellejo global del club. Pero, inmediatamente después de que eso suceda (Dios lo quiera), nada ni nadie podrá parar, dispersar u ocultar un profundísimo análisis del por qué, del cómo, del quiénes y del cuándo se ha ido al limbo un proyecto que nació lleno de ilusiones y está cerca de estrellarse sin remedio.
Analicemos el calendario, soñemos y empujemos para lograr los puntos que aún faltan (son unos cuantos), pensemos que la postura de Bandrés forma parte de un mecanismo que busca apuntalar la necesaria reacción de todos para eludir el descenso que amenaza... pero solo eso. Lo hecho, hecho está. Y tiene unas dimensiones tan grandes que no hay cortina de humo que lo pueda tapar.

8 de marzo de 2008

72 días para desactivar la bomba

La bomba es el descenso a Segunda División. La bomba está cargada, activada y programada para el 18 de mayo. De ello se han ido encargando desde el verano todos los protagonistas que conforman -y han conformado- el cuadro técnico, el equipo directivo y, sobre todo, los componentes de la plantilla de jugadores del actual Real Zaragoza. No se salva nadie y, por supuesto, cada uno tiene su parte alícuota de culpa y responsabilidad, en virtud del poder y capacidad de decisión que han ejercido desde su puesto en el organigrama. (Nadie se puede escaquear por más que algunos lo estén intentando basados en pueriles teorías relativas a una marcha anticipada del proyecto).
Mal se empezaron a hacer las cosas entonces, mal se continuaron laborando con la llegada de los primeros inconvenientes, mal se gestionaron cuando llegaron los incipientes reveses de envergadura, mal se afrontaron cuando la cosa se enturbió de manera gravísima dentro y fuera del vestuario y, con el paso de las últimas diez semanas, mal se han ido reparando, como muestran los hechos y el día a día del club y el equipo. Por eso, la bomba ha tomado cuerpo.
Muchos pensaron que la mezcla de acontecimientos negativos, polémicos, conflictivos, personalistas, interesados, cainitas y egoístas que se han ido sucediendo desde agosto dentro de la burbuja zaragocista nunca iban a dar con una fórmula combustible, inflamable y explosiva. Por más que se les advirtiera del riesgo químico existente, de que así podía llegar a ser en un futuro cercano, dieron la espalda a tal opción pensando que las bonanzas del plantel y el poderío (¿?) del actual proyecto estaba muy por encima de semejante amenaza.
Pero, a 11 semanas del final de la Liga (ya sin Copa del Rey y, desde hace una barbaridad de tiempo sin Europa), hasta el más engreído, el más osado y el más confiado de los dirigentes (los vistos y los que andan en la sombra sin aparecer jamás hasta que algún día el foco los ilumine) se ha tenido que plegar a la pura y dura realidad: el descenso es una amenaza real, consistente y posible. Y, si se fuera a ese final, los efectos para el Real Zaragoza serían, sin duda alguna, letales como sociedad, como club, como entidad deportiva.
Por eso, el descenso que aguarda si no hay una reacción, tan súbita como efectiva, a partir de hoy frente al Atlético de Madrid, tiene aspecto de bomba. Con sus cables, sus conexiones, sus detonadores, su metralla y su reloj de cuenta atrás que marca los días (72), las horas y los segundos que tiene el Zaragoza para lograr desactivarla si no quiere saltar por los aires irremediablemente.
Hoy toma los mandos de la operación Manolo Villanova. Un experto y veterano profesional entendido en explosivos de alto 'standing' que viene a intentar arreglar lo que Irureta no supo (o no pudo) en las últimas 6 semanas. A buscar una salida a lo que Garitano no vio posible en una semana (o no le dejaron que lo viera como a él le parecía conveniente). Y a intentar remediar los graves defectos de los que se ha ido impregnando esta cuadrilla de futbolistas del actual Zaragoza durante 7 largos meses de gestión de Víctor Fernández en la fase matriz y de desarrollo de este equipo en su segundo año al frente del vestuario.
Una vez que, con enorme tardanza, los responsables del gobierno zaragocista advirtieron que lo que le ocurría al equipo generaba gases inflamables y que podía convertirse en un artefacto demoledor en breve tiempo y, por ello, decidieron despedir a Fernández y buscar otras soluciones atenuadoras del mal, nadie ha sido capaz de desactivar la bomba. Al contrario, el 'efecto Garitano' (el hombre perfecto, según muchos futbolistas del vestuario) ha llenado de trilita los despachos nobles, que dificilmente se salvarán de una detonación pase lo que pase de aquí al verano. La elección de Jabo Irureta ha venido a agravar, más que a aliviar, la acumulación de grisú en la sede de Eduardo Ibarra.
Desde hoy, el bueno y entrañable Villanova (extirpado del Huesca en una maniobra que también puede tener 'efecto racimo' según transcurran los acontecimientos en el club del Alcoraz en la recta final de la Liga), toma el mando de la misión.
Por el bien general, muy por encima del particular de cualquiera de los implicados (directísima, directa o indirectamente) en este proyecto zaragocista, ojalá que logre parar la explosión antes del 18 de mayo. La bomba del descenso es demoledora, con un alto grado de destrucción masiva en las circunstancias que concurren en el Real Zaragoza del 75 aniversario. El club tiene ya edad de anciano y, como es sabido en mil leguas a la redonda, está bastante achacoso. Tanto, que se teme por su vida si no se le aplica una terapia urgente y solvente que es compleja y de difícil ejecución final. El club, que no aguantaría ni el sonido de un petardo sin caerse al suelo, jamás podrá aguantar un bombazo como el descenso si es que al final se produce.
Por eso, habrá que rezar, rogar, soñar y, sobre todo, animar y empujar para que los que están sobre el campo logren 14 o 15 puntos y cuajen la salvación deseada y, según pasan las horas, cada vez más complicada.
Suerte, Manolo. La vas a necesitar, tanto o más que tu acierto, tu trabajo, tu mano izquierda (la derecha igual también habrás de usarla, hasta con el puño apretado) y tu experiencia. Tu suerte, amigo, será la de todos. Y, esta vez, una suerte decisiva: la de la supervivencia.

4 de marzo de 2008

El dinamómetro dijo "no" y el argumento se enrevesa cada vez más

La novela que está escribiendo el Real Zaragoza esta temporada está adquiriendo con el paso de los días unas dimensiones incalificables por extrañas, sorprendentes y escasas de precedentes en la historia del fútbol español (quizá la extensión geográfica debería ser mayor). Sin duda, pertenece al género del esperpento. Algo chabacano, grotesco, bizarro, recargado, friqui, rococó. El argumento que están diseñando, a la carrera, sin pensar demasiado motivos ni consecuencias, los dirigentes del Zaragoza actual es digno de una película surrealista de las de arte y ensayo. En el momento en que han pasado determinada raya, parece que ya todo les da igual y la huida hacia adelante es imparable. La sede zaragocista es una permanente caja de sorpresas. Una caja con dobles y triples fondos de la que no paran de salir palomas, conejos, globos y, cualquier día, hasta un elefante rosa.
El zaragocismo vive un estado generalizado de paranoia colectiva. Parece una alucinación todo lo que se observa. Cada vez hay menos capacidad de sorpresa entre los aficionados. Hasta lo más extraño se concibe como posible. La fuga de Irureta y la llegada del veteranísimo y entrañable Manolo Villanova de nuevo al banquillo del equipo es la última información seria que, en las primeras horas de la tarde, ha sido tomada -cuando se contaba de primeras- como una broma imposible por parte de muchos receptores.
¿Villanova? ¿Pero si está en el Huesca y van segundos?, decía todo el mundo. Los más cercanos al mundillo del fútbol regional y zaragocista abundaban más: ¿Villanova? ¿Pero si Pedro Herrera lo ha puesto a parir en muchos foros de dentro y fuera del club por seguir cobrando la nómina de la sociedad anónima en los últimos meses y no lo puede ni ver?, se preguntaban en voz alta.
Pues sí. Iruretagoyena solo ha aguantado seis partidos al frente del Zaragoza. Seis semanas, 42 días exactos. O sea, que entre Garitano (1 partido de Liga, otro de Copa, y 9 días de vigencia) e Irureta, apenas han ocupado 7 partidos ligueros y 51 días dirigiendo al equipo tras la marcha, por despido, de Víctor Fernández.
¿Qué está pasando en las entrañas del Real Zaragoza? ¿Cómo de grueso y duro es lo que ahí sucede que los preparadores salen en estampida al poco de llegar?
O falla la base, es decir, los jugadores subordinados que no se dejan subordinar; o falla la jerarquía superior, es decir, el área deportiva del club, que no permite el debido desarrollo normal en el discurrir de los acontecimientos cotidianos dentro de una caseta. O las dos cosas a la vez. No cabe otra. Veteranos y noveles, Irureta y Garitano, han salido por peteneras en poco más de un mes. Resulta que en 50 días vamos a ver entrenar en la Ciudad Deportiva a 4 técnicos: Víctor Fernández, Ander Garitano, Javier Irureta y, desde mañana, Manolo Villanova. Es alucinante y da pavor.
Si inexplicable resultó al principio lo de Garitano, algo parecido sucede con lo de Irureta. No porque no se previera su marcha (4 derrotas seguidas y un calendario tremendo auguraban un mal final en cualquier momento -ver ingredientes del timbal de huevos rotos-), sino porque horas antes de su dimisión, en el campo del Levante, Jabo respondió en sala de prensa cuando le hacía la pregunta "¿estás fuerte para aguantar?", lo siguiente: "¿Fuerte? ¿Yo?. Un fenómeno. Dadme un dinamómetro para medir mi fuerza", mientras se tocaba su bíceps derecho con su mano izquierda. En esa salida, Irureta buscó el recurso jocoso para mostrar un aspecto de dureza y de resistencia a la adversidad. Estaba abrumado, pero no para abandonar. No es propio de un hombre con su experiencia, con su trayectoria, con sus conchas. Algo le ha pasado por la cabeza en las últimas horas. Algo le ha dicho que se vaya cuando apenas ha aterrizado. Esta mañana, alguien le hizo caso a la chanza de ayer en Valencia y le ha dado un dinamómetro para medir su fuerza. Y el dinamómetro ha dicho "no". Jabo no tiene fuerzas para seguir. Como Garitano.
Ahora le toca el turno a Villanova, que deja al Huesca en pleno esprint final en busca del ascenso a Segunda División. Pardeza y Herrera no dejan de jugar a las cucañas. Van de piñata en piñata a ver si el premio que sale es el bueno. De momento no logran romper la vasija correcta. Quizá sea la del bueno de Manolo. Pero da miedo. Estando ellos de por medio, con la bendición de Agapito y la mirada aquiescente de Bandrés, da verdadero miedo. Los hechos los están destrozando a pasos agigantados, como nunca había pasado en el Zaragoza. Porque el equipo se hunde. El descenso es amenazador y la paciencia común parece estar agotada.
Os aseguro que ya no valen los tópicos. No caben deseos vacíos de suelo y contenido. Es hora de ver hechos y desde el primer instante. Eso vale para los jugadores, los técnicos, los dirigentes y, por supuesto, para todos los zaragocistas activos que quieran participar en el intento de salvar el mayor desastre de la historia.
Lo de Irureta, lo de Villanova, la enésima maniobra de requiebro de Herrera y Pardeza, el papelón de los demás... No nos quejemos. En el año del 75 aniversario, los recién llegados mandamases del club (los vistos y los no vistos) anunciaron un programa escueto de actos y, en el apartado inconcreto de "Varios", anunciaron "sorpresas". Debían de ser estas. Hasta un dinamómetro hemos tenido.