28 de diciembre de 2007

Habrá fichaje en el mercado de invierno

Tras varios días de vacaciones navideñas (todavía vigentes hasta el domingo), encuentro un hueco en mi retiro para actualizar este blog. Y es que, en el calmado paso de las últimas fechas en lo que concierne a mi persona, he podido analizar con mayor calma y detenimiento muchos de los aspectos importantes que afectan y surgen en el seno del Real Zaragoza actual. Han sido varias conversaciones de profundo calado las mantenidas, varios cafés y sobremesas consumidos sin las prisas habituales e los que, inevitablemente, uno ha podido ir componiendo con un poco más de finura los trazos que definen y ponen cara al actual club zaragocista. Y, de entre esos detalles y matices recapitulados en horas muy recientes, es necesario esta noche contaos una novedad que está próxima a producirse de no mediar un cambio radical de planes entre los regentes zaragocistas.
Al final, el Real Zaragoza prepara un fichaje para el mercado de invierno. Pero, en contra de lo que sería normal en tiempos de crisis deportiva, el "refuerzo" no vendrá a integrarse a la plantilla de fútbolistas o técnicos del equipo. Las cabezas pensantes del actual club (oficialismo + pedanías) han considerado oportuno recuperar la figura del director general o director gerente, desaparecida con la destitución-cese-despido de Jerónimo Suárez Ochoa a los pocos meses de producirse la marcha de su mentor, Alfonso Soláns Soláns, y la llegada de los actuales rectores, con el accionista de referencia Agapito Iglesias a la cabeza.
A falta de saber la denominación oficial que se le da al nuevo cargo, lo que ya os podemos adelantar es el nombre elegido: Francisco Javier Porquera Pérez. Se trata de un ejecutivo radicado en Madrid, que ha trabajado en empresas del ámbito financiero, también del sector de la construcción y que tiene un brevísimo paso por el mundo del fútbol como director de recursos humanos del Real Madrid en el final (voluptuoso y polémico final) del mandato del presidente Lorenzo Sanz al frente del equipo merengue. Javier Porquera, junto con el vicepresidente Juan Onieva y el gerente Julio Senn, fue piedra angular de los últimos meses de Lorenzo Sanz al frente del club merengue, justo antes de la llegada de Florentino Pérez y sus galácticos.
Necesario es ahora recordar cómo, con el nacimiento de la nueva era zaragocista en mayo de 2006, surgió, de manera pionera, el cargo de presidente ejecutivo (cargo remunerado para una persona que no es la propietaria ni el máximo referente de las acciones de la sociedad), que por primera vez en la historia recayó en el catedrático de economía y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno de Aragón Eduardo Bandrés. En principio, este nuevo rol directivo parecía estar encaminado a suplir, con mayor poder si cabe, a la figura del director general o gerente que quedó atrás. Jerónimo Suárez fue hombre de máxima confianza de Soláns (dueño cristalino e indiscutible de la mayoría accionarial), como teóricamente Bandrés iba a pasar a serlo de Agapito Iglesias (accionista de referencia). Por los motivos que sean, el actual statu quo (el que viene funcionando desde el principio del nuevo proyecto) no responde a las necesidades del momento y alguien (no está claro todavía quién) ha considerado oportuno introducir otra pieza más en el engranaje directivo de la sociedad anónima y, además, que venga de fuera, de Madrid en este caso.
Os remito a la información más detallada que ofrecemos en la edición impresa de HERALDO DE ARAGÓN. A partir de ahí, tendréis más objetos de análisis para poder conformar, como siempre, vuestra propia opinión y lectura de este hecho novedoso en el discurrir cotidiano de este sorprendente Real Zaragoza de las últimas semanas.
Lo negativo, lo peligroso para el futuro deportivo de la entidad, se está dando en el equipo, en los partidos, en el vestuario y en los resultados. Sin embargo, ahí se anuncia quietud. Ni fichajes, ni salidas. Y la figura del entrenador, por el momento sujetada por varios arneses más periféricos que propios.
Sin embargo, los cambios están llegando en el área de los dirigentes (este nuevo fichaje en ciernes es la prueba) y en los mecanismos de gestión económica que se advierten cercanos (la operación acordeón que os contábamos no hace muchos días y que se pondrá en marcha en febrero). Todo, sin contar con lo que ocurre entre bambalinas con el crucial asunto de la construcción del nuevo estadio, que todavía sigue sin tener forma concreta de manera pública y definitiva.
En fin, amigos, que los nuevos tiempos, lejos de traer normalidad, siguen aportando elementos harto sorpresivos al día a día zaragocista. Si la pelota entra, todo se venderá mejor. En las actuales circunstancias (no hay resultados y la decepción agobia), todo se divisa con mayores recelos. Por un lado circula la sangre del ámbito deportivo, con el Pontevedra y el Madrid en el Bernabéu esperando tras las vacaciones de fin de año, y por otro, los asuntos transcendentales de la economía y el transfondo financiero de la sociedad. Entre ambos, componen el esquema de venas y arterias que dan vida a la circulación de la sangre en el actual club. El uno sin el otro no se sujetan. Y, por lo que se ve, de momento prima lo económico-financiero-directivo sobre los deportivo-futbolístico.

22 de diciembre de 2007

Cansado de tanto despropósito

Ante todo lo que viene ocurriendo en el Real Zaragoza en las últimas semanas (meses habría que decir ya) no queda más remedio que pararse a meditar, calmar los instintos y dejar pasar un tiempo prudencial antes de escribir cualquier cosa y/o publicarla. Desde el inicio de la temporada, cuando las cosas comenzaron a torcerse paulatina e irrefrenablemente tanto en lo deportivo como en lo extradeportivo, la noria de los acontecimientos no ha cesado de girar de manera cadenciosa, unas veces más deprisa, otras veces más lenta. Pero siempre ha estado en marcha.
Con Víctor Fernández al frente del mecanismo de giro, no podía ser de otra manera. El entrenador no consigue gobernar la nave y, cada día que pasa, el descontrol es mayor. Este segundo año de proyecto está significando un constante calvario para el técnico zaragozano, que desde hace muchas fechas no tiene manos, pies y apéndices para taponar las vías de agua que se le vienen abriendo en el casco del lujoso barco que él diseño y sus patrones le construyeron durante el verano.
Lo de los últimos días, es más de lo mismo. Y, de verdad, os digo que hasta me cuesta volver a repicar cuestiones ya denunciadas en su origen, advertidas en su génesis y reseñadas en otros muchos momentos de líos, follones, errores, malas gestiones, erróneas administraciones de los conflictos, resoluciones esperpénticas de diferencias personales entre individuos del grupo, etcétera, etcétera, etcétera. Es siempre lo mismo. Y los métodos de acción y reacción de Víctor y la gente que debe asesorarle o dirigirle dentro de la entidad son siempre idénticos.
No voy a perder demasiado tiempo en puntualizar asuntos ya publicados en la edición impresa de HERALDO DE ARAGÓN esta semana. Ni en dar más detalles de actitudes que, para algunos ahora parecen ser novedosas y sorprendentes, pero que no dejan de ser un eslabón más dentro de los comportamientos de sus protagonistas desde hace varios meses.
Simplemente, entre el hastío que me genera esta cargante campaña que estamos viviendo en el Real Zaragoza 2007-08, quiero comentar aquí que el asunto de la longitud de las vacaciones navideñas del equipo, el cortocircuito interno que ha generado la decisión unilateral de Víctor de no convocar para el partido contra el Valencia a D'Alessandro (que no fue a La Coruña en extrañas -o no- circunstancias) y, por último, el manejo periodístico de la actitud del tal Fabián Ayala durante esta semana (dijo el lunes que no iba a hablar del partido y ya se ha saltado su palabra de honor en dos ocasiones con la connivencia del área de comunicación del desgobernado club), son solo tres ejemplos más de la desorientación y caos que reina por momentos cada fecha que pasa en los alrededores del vestuario y la zona noble del Real Zaragoza SAD.
Como lo más importante de todo, en estos momentos, es intentar solucionar la crisis de resultados que afecta a este ¿grupo? ¿equipo? y evitar que las arenas movedizas en las que ha caído el cuadro de Fernández desde octubre se lo traguen hasta la cola de clasificación, me vais a permitir que no entre en los muchos detalles que esas tres circunstancias últimas sucedidas esta semana podrían merecer en otro caso.
Ahora, solo me quita la calma el partido contra el Valencia. Como los últimos, todos los anteriores, me da miedo. Creo que el Zaragoza atraviesa una crisis en la que es capaz de perder con cualquiera. Aunque sea un rival caótico a más no poder como es el actual Valencia. Y no quiero verlo metido en la zona de abajo en la tabla. Me trae malos recuerdos. No solo recientes (de hace 5 años), sino de más antiguo (año 76-77). Por eso, el cuerpo me pide pasar olímpicamente de Víctor Fernández, de Ayala, de D'Alessandro, de las vacaciones de los muchachos, de las excusas del técnico, de la escasa palabra de un futbolista extraño, de la actitud siempre egoista de otro, de compadreos y compinchadas mediáticas en las que el club tiene mucho que decir y que hacer siempre (y dice y hace, claro), de malos rollos permanentes y de todo ese festín de despropósitos de los que hace ya muchas semanas os hablé y no han cambiado (es más, se han acrecentado y agravado, como salta a la vista).
¿Será posible que, de una santa vez, el Real Zaragoza gane un partido y salga del negro tunel en el que se halla?. Es lo único que, en este momento, a mí me preocupa. Lo demás, es tan ridículo y caótico, que creo que no tiene solución fácil ni posible a corto plazo. Así que me centro en las cuestiones mayores: ganar, sumar de una vez tres puntos de una sola tacada.
De lo demás, ya hablaremos cuando sea menester. Que lo será.

17 de diciembre de 2007

Agapito y la soledad coruñesa de Víctor

Agapito decidió acercarse in extremis a La Coruña. El accionista de referencia del Zaragoza, que como en los anteriores cinco desplazamientos del equipo no viajó al frente de la expedición el pasado sábado (el año pasado fue moneda común siempre, por eso extraña su actitud de los últimos dos meses y medio) llegó a Riazor justo antes del inicio del partido, junto a Bandrés y Herrera, para arropar a un equipo extremadamente serio y afectado durante todo el fin de semana.
Hubo caras serias. Silencio generalizado. Escasas conversaciones. Soledad buscada por la casi totalidad de los protagonistas del Real Zaragoza. Tanto en el aeropuerto, como en el avión, como en el hotel y en el resto de actividades habituales en un desplazamiento. Cualquiera puede pensar que es normal, dadas las circunstancias que concurren en el equipo aragonés en estos momentos. Pero, sin duda (fue comentario recurrente entre muchos de los expedicionarios que hemos coincidido en La Coruña), este viaje ha presentado matices que le diferencian claramente de todo lo anterior.
Sobre todo, lo más llamativo ha sido el estado de aislamiento de Víctor Fernández. El técnico ha vivido un fin de semana solitario. Sin Bandrés al frente de la expedición (por motivos particulares, el entierro de un familiar directo fallecido el viernes, llegó justo a la hora del partido) y con Agapito en casa hasta que decidió partir hacia La Coruña en el avión matinal que desplazó a su presidente ayer por la mañana camino de Santiago de Compostela (Herrera también le acompañó in extremis), fueron el consejero Melero, el director deportivo Pardeza y el secretario general Checa quienes encabezaron el grupo. Pero ninguno se centró en estar junto a los profesionales en las horas previas al choque. Ni cenaron con el equipo el sábado a la llegada a la capital coruñesa, ni desayunaron en el comedor privado de la plantilla ayer por la mañana, ni comieron posteriormente en el hotel. Pardeza, a quien más le correspondería por su cargo ese rol de cercanía con los protagonistas deportivos de esta película, esta vez no adoptó una posición de tutela del equipo (otras veces, junto al esta vez ausente Pedro Herrera, sí que lo hizo). De hecho, fue llamativo observar a Víctor Fernández, absolutamente solo (apenas Juliá y el doctor Villanueva estuvieron con él en esas dos horas) viendo el Valencia-Barça en la cafetería del hotel María Pita el sábado por la noche tras la cena. Una imagen inédita en el último año y medio.
Y los jugadores fueron más invisibles que nunca. Su permanencia en las habitaciones fue más duradera que en cualquiera de los viajes precedentes. No solo las caras largas y el aire huidizo de la mayoría llamó la atención de todo el mundo en el entorno del grupo zaragocista. También su escasa exposición a la vista de la prensa y de los 8 aficionados que llegaron a La Coruña para hacer turismo de fin de semana y, de paso, ver en directo el partido de su equipo del alma.
Sin lugar a dudas, entre las cuatro paredes del hotel María Pita, en las orillas de la playa de Orzán, frente al campo de Riazor, el termómetro del ambiente que se respira en el Real Zaragoza en estos duros momentos de la temporada alcanzó su cota más baja de temperatura. El ánimo está tocado, como hacía días que no sucedía. Los rostros, las actitudes, los modos de actuar, son siempre señales evidentes de la conducta humana y su estado emocional. Y, en este viaje a tierras coruñesas, los miembros del Real Zaragoza han dibujado una estampa llamativa, con un realismo sorprendente. Al final, Víctor encontró un colega de conversación media hora antes de comenzar el partido, sobre el mismo césped de Riazor, cuando Agapito se acercó para departir con él durante algunos minutos. Iglesias no quiso sumar su sexto partido seguido sin estar fuera de Zaragoza con su equipo y, en una maniobra repentina de últimísima hora fraguada en la misma mañana dominical, aprovechó el cambio de planes de Bandrés para acompañarle en el avión regular a Santiago al mediodía del domingo y llegar justo al inicio del choque. Víctor, el solitario y cada vez más compungido, seguramente se lo agradeció. Aunque fuera ya en los últimos coletazos de un viaje extremadamente adusto para todo el mundo.

15 de diciembre de 2007

Víctor viaja otra vez con solo 15 hombres del primer equipo

No viaja Matuzalem, a pesar de que la intención de Víctor era llevárselo para que se fuera integrando en el grupo después de tres meses de lesión. Tampoco lo hace Paredes, de nuevo con molestias en el cuádriceps de su pierna izquierda. Y el tercero que no se ha recuperado de sus leves molestias musculares en sendas piernas es D'Alessandro.
Así que Víctor vuelve a tener que hacer dibujos para completar una convocatoria, como casi todo el año. Sin Cuartero, Generelo y Pavón, los tres de baja, y sin el sancionado Luccin, el míster ha llevado a solo 15 futbolistas de la primera plantilla. Y eso que Gabi, otro de los 'tocados' de la recta final de la semana, ha sido incluido en la expedición aunque no está del todo bien y aún tiene dolores.
Esta vez, como en Huelva hace 15 días, tampoco se completan los 18 huecos que permite el acta arbitral. Serán 17, porque Víctor solo lleva a 2 chicos del Zaragoza B: Valero y Víctor Fernández (el lateral zurdo cántabro de igual nombre que el entrenador).
Se sabe que esto de las lesiones va siempre unido a los equipos que no hacen buenos años, a esos que pasan por dificultades deportivas. Es muy difícil que pequeñas lesiones musculares aparezcan con asiduidad cuando los equipos van lanzados y están e la cabeza de la tabla. Es la historia del fútbol profesional. Y el Zaragoza no está escapando de este virus. Es cuestión de analizar friamente lo que ocurre, observar con detenimiento y sacar conclusiones.
Mañana en Riazor, volverán Oliveira y Celades al once inicial. Aimar, según las apetencias personales del entrenador, tiene muchos boletos para no abandonarlo y seguir como titular. Todo tiene un fundamento, basado en gustos, afinidades y métodos.
Llega, una vez más, otra hora de la verdad para este renqueante Real Zaragoza. O gana en La Coruña, o estaremos ante una semana dura como pocas. No vale el empate.

10 de diciembre de 2007

Bien moralmente, mal materialmente

Reducidos los resultados del partido de ayer frente al Espanyol al mínimo común múltiplo, dos son las cuestiones relevantes que deja el balance: el 3-3 final que reseñaban los marcadores de La Romareda al final del duelo dejo muy mejorada la moral del equipo (por el modo en el que se consiguió remontar al final un partido que estaba perdido), pero no solucionó en nada la grave crisis de resultados que sigue afectando al cuadro zaragocista desde que empezó el pasado mes de noviembre.
Lo del estado de ánimo es muy importante siempre en cualquier colectivo, mucho más en un equipo de fútbol (o de cualquier deporte). Pero eso no cubica competitivamente. Lo que cuentan son los puntos, las clasificaciones. Y, a efectos de contabilidad, este empate ante el Espanyol, por meritorio y épico que fuese (resultó magnífica la reacción de los 10 hombres que Víctor dispuso sobre el campo en el último cuarto de hora), computa igual que el logrado ante el Getafe hace quince días, o el arañado en la tercera jornada en San Mamés, o el que se salvó en un lamentable duelo ante el Racing de Santander a principios de septiembre. Al final, todos valen un solo punto. El valor de las emociones no se refleja en las clasificaciones.
Por eso, ese valor positivo que, gracias a Dios, logró dejar por fin un partido del Zaragoza en el último mes y medio (el relativo al orgullo de varios de los componentes de la actual plantilla que tiraron del carro del equipo hasta remontar el 1-3 adverso en apenas 5 minutos y en inferioridad numérica), requiere ahora un refrendo en el siguiente partido en Riazor frente al penúltimo clasificado, el Deportivo de La Coruña. De nada servirán este tipo de reacciones de casta si, al final, no llegan las victorias.
Y el Zaragoza, mal que nos pese, acumula ya seis partidos seguidos sin ganar. Cinco de Liga y uno de Copa. Uno detrás de otro. Los blanquillos, a pesar de su arreón final ante el Espanyol, loable y lleno de buenas vibraciones para lo sucesivo, continúan instalados en un bache gravísimo de resultados, con solo 2 puntos obtenidos de los últimos 15 disputados. El Zaragoza es el colista de la clasificación parcial de las últimas 5 jornadas. Estamos llegando a mitad de la Liga y urge ya una reconducción radical del rendimiento del equipo.
Está muy bien la imagen del final del partido ante los españolistas. Era necesaria y abre puertas a la esperanza. Pero, lamentablemente, ahora lo que requiere el equipo son resultados. Sumar de tres en tres. Ganar de una vez.
Por eso, lo único salvable ante el Espanyol se encuadrá en el ámbito moral, en lo referente al estado anímico del grupo. Desafortunadamente, lo material, lo relativo a la acumulación de puntos, sigue igual de mal que hace seis semanas. Y eso, mirando la tabla clasificatoria, es cada vez más preocupante. Riazor marcará mucho el camino a seguir.

8 de diciembre de 2007

Un partido distinto

Llega el domingo. Y el partido del Real Zaragoza, en La Romareda contra el Espanyol, tiene hechuras diferentes a los anteriores. Tan solo aquel del mes de octubre contra el Villarreal puede parecerse en algo a este frente a los catalanes. Son tres puntos en juego, pero con miles de sensaciones pululando alrededor del choque, por encima o al margen del resultado.
La derrota de Huelva ha hecho mucho daño al club, a sus dirigentes, a buena parte de la decepcionada afición. Acumulada además con ese paquete negro que conforman los tropiezos ante Valladolid, Betis, Pontevedra y Getafe, ha sido extremadamente nociva para el medio ambiente blanquillo durante esta semana.
Mañana, en el viejo estadio zaragozano, vamos a volver a vivir un partido de esos cargados de electricidad, llenos de tensión externa, que nunca se sabe por dónde ni cómo va a descargarse por parte de los seguidores blanquillos. Hay mucho hartazgo. Mucha decepción sin retorno. Hasta los más incrédulos, hasta los que se negaban por dogmatismo a reconocer que esto es una crisis como un camión de grande, ya la aceptan (incluyo al propio entrenador, Víctor Fernández).
Por eso, precisamente por esa unanimidad a la hora de calificar el presente del equipo, el partido de hoy ante el Espanyol es distinto. Todos acudiremos al campo, por primera vez, con la unánime opinión de que algo grave está cociéndose en el seno de este equipo programado para altas cotas y que, con el paso de las semanas, está desmoronándose peligrosamente camino de la cola de la tabla.
Que nadie se engañe. Es verdad que, por las cosas que tiene la Liga en España, esta racha crítica no ha sido capaz de bajar al Zaragoza del 9º puesto, a pesar de tener solo 18 puntos. Ahí está ubicado a esta hora. Pero el colchón de bienestar se ha pinchado ya casi por completo. No hay más aire. El Recreativo de Huelva, ganándonos el domingo 2-1 en su campo, se puso a solo 3 puntos del Zaragoza, con 15. Y ese Recreativo es hoy el 17º clasificado, asomado al descenso peligrosamente. Eso es lo que tenemos de margen. Solo 3 puntos para tener vértigos de nuevo, como en los peores tiempos pretéritos.
Si no se gana al Espanyol, es posible que varios colegas del pelotón de los torpes nos pasen. No lo hizo Osasuna, que solo empató 0-0 con el Valencia y se queda con 17 puntos. El Athletic de Bilbao, tras perder contra el Madrid, y también se queda de momento por debajo, con 17 puntos. Pero, si no ganamos a los españolistas, equipos como el Getafe, Sevilla, Almería, Valladolid, Murcia o Recre nos pueden echar el guante ya. Y se acabará la coartada ficticia de la clasificación tranquila.
Lo de este partido es un "no va más" para el Zaragoza. Igual que sucede en la ruleta. Y si no hay victoria, las consecuencias son imprevisibles. Dependerá mucho de las formas, del ambiente, de los olores, de las vibraciones. Es una tarde crucial, para no perdérsela, para no escatimar ningún detalle. Todos serán importantes.
Mi voto, por un triunfo del Real Zaragoza que evite la caída a los infiernos de la Liga. Me dan mucho miedo. Muchísimo.

4 de diciembre de 2007

Echar al entrenador

Es la frase de moda, la pregunta generalizada en la ciudad y en los pueblos de Aragón. "¿Vamos a echar al entrenador o no?". La emiten decenas, cientos de aficionados del Real Zaragoza en los últimos días, quizá en las últimas semanas. Sobre todo, en las últimas horas, tras el nuevo episodio sonrojante vivido el domingo en Huelva.
Tal cuestión obedece al comportamiento clásico de cualquier entorno futbolístico, a los resortes habituales que se activan alrededor de cualquier equipo cuando las cosas van mal o muy mal. Por lo tanto, a partir de esta premisa que ubica tal circunstancia en la costumbre, uno, como periodista, no le da más importancia. Ya se sabe que, cuando se gana y se está arriba, todo el felicidad y entrenadores, jugadores y directivos son pequeños dioses para la gran masa. Y, por el contrario, cuando se pierde y las ilusiones caen por los suelos, esos mismos protagonistas se desmoronan en la idealización de los mismos forofos o seguidores y pasan a ser entes menores, en el caso de los técnicos, incluso despreciables y prescindibles.
Es decir, que lo que está pasando ahora mismo en la periferia del Real Zaragoza, es totalmente normal. Como tantas otras veces en 75 años de vida. Nada nuevo.
Otra cosa es analizar cómo se está abordando el asunto de la hipotética destitución de Víctor Fernández desde dentro del club y, sobre todo, en los alrededores mediáticos del propio técnico aragonés. Hay verdadero pavor entre los responsables de la entidad y, por supuesto, entre las pedanías del propio entrenador, a tener que tomar una decisión traumática que suponga el despido de Víctor.
Resulta que Fernández fue y sigue siendo el mascarón de proa de este súbito proyecto ilusionante que surgió de la nada en mayo de 2006 cuando Alfonso Soláns, en un abrir y cerrar de ojos, decidió dejar el Real Zaragoza tras una década de control familiar. Resulta que Fernández es el alma mater de la composición de la plantilla, de la mano de Herrera (que recuperó créditos con su regreso al club, ya que habían trabajado juntos en la anterior etapa) y Pardeza (que, al contrario, retrocedió en peso específico respecto del poder deportivo que acaparó cuando Soláns le contrató). Resulta que, si han de echar a Víctor a la basura, Agapito y el resto de mandamases de la sociedad, asumen y admiten automáticamente el fracaso global de la idea y del proyecto, una empresa nacida con vocación triunfal y que solo contempla el éxito como salida admisible. Fallar, no lograr los objetivos, es sinónimo de cataclismo por la deuda acumulada, la añadida a través de unas inversiones estratosféricas sin precedentes y por la burbuja de ilusión generada sobre una expectante afición (que está pagando más del doble por ver el mismo fútbol de siempre) que probablemente entendería el caos como un engaño imperdonable.
Estas valoraciones no les dejan dormir. Les tienen atribulados. Intentan evadirse pensando y soñando que, aunque sea a través de un milagro (en fútbol hay pocos), el equipo va a volver a ganar partidos (3, 4, 5 seguidos) y la pesadilla va a diluirse por sí misma.
Como mal menor, están intentando buscar un apoyo exterior, una coartada, que facilite su previsible decisión traumática respecto de Fernández. No es lo mismo que sean ellos lo que tomen la iniciativa de destituir a Víctor, que verse abocados a hacerlo porque el clamor popular o el de los medios de comunicación les presionen hacia ello. No quieren tener la culpa histórica de un fiasco o de un sonoro fracaso si, posteriormente, la salida de Víctor tampoco fuese solución a los males que se han instalado en el equipo.
Por eso aguantan y aguantan. Y, de vez en cuando, lanzan guiños solicitando activos y reactivos. Puestos a malas, visto que los jugadores no ayudan con su actitud y las derrotas y los acontecimientos van de mal en peor, les vendría de perlas que, si ha de producirse el divorcio definitivo con Víctor, fuesen los principales medios de comunicación los que adoptaran posiciones beligerantes con el técnico o el graderío ardiese. Así, si luego todo sale mal, la culpa podría ser compartida.
Pues bien. Nadie pidió ayuda ni consejo cuando Agapito compró el club. Nadie pidió ayuda ni consejo cuando puso a Bandrés como presidente. Nadie pidió ayuda ni consejo cuando decidió que Víctor fuera el abanderado deportivo de esta nueva era. Nadie ha pedido nunca consejo ni ayuda para fichar a determinados jugadores de los que ahora ya hay arrepentimientos. No tenían que hacerlo porque formaba parte de sus atribuciones. Así que, ahora, si tienen que tomar una decisión difícil, que nadie pida consejo ni ayuda. Simplemente, que respondan con arreglo a sus responsabilidades como dirigentes (en algunos casos, muy bien pagados; no son mileuristas precisamente).
Uno es periodista. Nada más. Contador de cosas. Y cuenta lo que ve. Analiza lo que observa. Valora lo que la realidad le ofrece cotidianamente. Si echan a Víctor, en HERALDO DE ARAGÓN ya lo contaremos; y lo analizaremos; y opinaremos. Pero han de ser ellos. Los tiempos han cambiado, creo que para bien, amigos míos. Y cada palo, aguantará su vela. Por eso, en esta casa seguimos manteniendo que, lo ideal, es que el último día de la Liga, allá por mayo en el campo del Mallorca, en el banquillo zaragocista esté Víctor Fernández. Nadie ha pedido aquí jamás ninguna cabeza. No estamos para eso. Otra cosa es que, en una pose victimista y ventajista, Víctor y su peculiar y curioso entorno de pedanías, hayan alimentado la idea de que las críticas de HERALDO iban encaminadas a su destitución. No señor. Usted, señor Fernández, en el banquillo hasta el último día, que los cambios a temporada lanzada no son garantía de nada. Eso sí, si el año viene malo, no espere caramelos ni cajas de bombones. Simplemente, trabaje e intente reconducir algo que usted mismo ha ayudado a descarrilar.
Cada uno, a lo suyo. Propietario, presidente, dirigentes deportivos, entrenador, jugadores, periodistas y aficionados. Es muy sencillo.