19 de septiembre de 2008

El fútbol, la única sujección del Real Zaragoza

No es de Perogrullo. El fútbol, lo que ocurra en el campo durante 90 minutos cada siete días, parece que es la única sujección que tiene ante sí el actual Real Zaragoza. De vuelta de vacaciones, tras volver a pulsar el día a día de muchos miembros de eso tan impersonal pero tan grande e imposible de escriturar que es el ZARAGOCISMO (sí, con mayúsculas), tengo la sensación de que el grado de credibilidad de los actuales rectores del Real Zaragoza tras la marcha de Soláns está cada vez más cercano al nulo.
En 25 meses, de la esperanza se pasó a la decepción. De la decepción a la preocupación. De la preocupación a las dudas. De las dudas a las certezas. De las certezas a la desconfianza. De la desconfianza al rechazo. Y de ese rechazo, moral en unos casos, efectivo en otros (más de 8.000 abonados -muchos, viejos accionistas- no han renovado su carnét), se ha llegado a un estado real de falta de fe en quienes rigen la nave. No es una opinión, sino el traslado de una percepción que muchos zaragocistas, de todo tipo de origen y pensamiento, me estáis haciendo llegar de una u otra forma a lo largo de los últimas semanas. De veras que no hallo prácticamente nadie que encuentre suelo firme a la actual situación del club. ¡Qué tremendo ha sido el descenso a Segunda División y todo lo que ha venido después!
Por eso, me genera respeto lo que pueda venir de ahora en adelante. Mucho respeto. Y pienso que, como siempre, el balón va a tener mucho que ver en la posible (si es que es posible) reconducción de los sentimientos, los pareceres y las opiniones. Esas que ahora, de manera abrumadoramente mayoritaria, viajan con gesto ofendido a través del medio ambiente del zaragocismo respecto de los principales protagonistas de lo que, a entender de todo el entorno del equipo y la SAD, es una catástrofe.
El mal ambiente solo lo pueden arreglar los resultados. La deteriorada y socarrada ilusión de la afición solo puede rebrotar muy poco a poco a través de una buena clasificación y mediante la percepción de que el ascenso en un solo año a Primera es una posibilidad cierta y realizable. Ni Agapito, ni Bandrés, ni Herrera, ni Porquera, ni Prieto, ni Bello, ni Checa, ni Gómez de la Fuente, ni el inerte Consejo de Administración que tiene esta sociedad, ni De Miguel, ni Sol, ni Ramos, ni los médicos, ni los fisioterapeutas, ni los nuevos de márquetin y ventas a los que no les podemos poner nombre porque son anónimos, ni los altos cargos de la DGA que siempre pulularon detrás de las cortinas desde el cambio de timón llevado a cabo en mayo de 2006... nadie de ese maremágnum en que se ha convertido el organigrama y el mecanismo interno del Real Zaragoza post-Soláns me parece que está capacitado ni legitimado en estos momentos (y quizá ya no lo esté jamás) para convencer a nadie, ni al más optimista y confíado de los seguidores, de que las cosas se hacen con un poquito de sentido común, de afán colectivo o de lógica futbolística.
Y, lamentablemente, los cuatro primeros resultados del curso han salido mal. Es decir, de todos los escenarios posibles, el equipo se ha metido de entrada por uno que no es bueno. Dos derrotas y dos empates dolorosos (en ambos se iba ganando hasta el final); y una eliminación en Copa. De este modo, la única esperanza de que el Real Zaragoza sea capaz de revivir a corto plazo, la que provoca el fútbol puro y duro, de momento no marcha bien tampoco. Por ello, la situación podría tornarse en peligrosísima de no mediar un cambio radical en esta tendencia.
El apartado futbolístico es lo único que puede variar. Para ello, es necesario entrar en la senda de las victorias ya mismo. El resto de las cosas, incluida la famosa operación acordeón todavía inconclusa y de la que sabemos poco, es la que es y no tiene pintas de cambiar para bien. Así pues, todo tiene visos de seguir parecido, con los mismos protagonistas en el machito, con las mismas caras, los mismos gestos, el mismo 'estilo', la misma filosofía de club.
Así que hay que rezar porque, en estos dos partidos seguidos que el calendario pone ahora en La Romareda, el equipo que dirige Marcelino reaccione ya y sea capaz de ganar al Elche y el Murcia. Si se suman estos 6 puntos y, por tanto, se llega a los 8 de los 15 disputados en la jornada 5ª, las cuentas empezarán a verse de manera aceptable. Cualquier otra opción (4, 3, 2 ó 0 puntos), nos llevará a un terreno pantanoso y movedizo que mejor no pisar.
Dadas las circunstancias, de dónde venimos y hacia dónde vamos, el momento que atraviesa el Real Zaragoza en este balbuceante arranque de curso parece presentar un diagnóstico serio y muy a tener en cuenta: Todo lo que no sean capaces de hacer Marcelino y su heterogéneo grupo de futbolistas cada jornada en los partidos que marca el adusto calendario de la Segunda División, no lo van a aportar el resto de elementos, piezas (vaya con algunas) o niveles del club, entidad, sociedad anónima deportiva o tinglao, llamémoslo cada uno como prefiera.
Así que cada uno valore lo que tiene que hacer y cómo debe actuar. Los papeles parecen bastante definidos en esta dura travesía del desierto que acabamos de iniciar todos juntos. Que lleguemos al oasis final es menester.

7 de septiembre de 2008

De vuelta... la mula al trigo

Vuelve a rodar el balón de verdad y es momento de empezar de nuevo a intercambiar pareceres. Ayer, en La Romareda, cuatro meses después de la última vez, volvimos a saludar a muchos amigos, conocidos, colegas futboleros con los que, año tras año y lustro tras lustro, coincidimos en ese mítico estadio para el zaragocismo, cada vez más deteriorado e impropio de esta ciudad en 2008. Antes, durante y al final del primer partido como locales de esta liga, en el regreso doloroso a la Segunda División, ya pudimos charlar y gesticular por primera vez en la larga temporada que tenemos por delante.
Quise esperar hasta hoy para reanudar este vínculo a través de este blog. Quise establecer una separación palpable entre el caos del durísimo año pasado y el arranque de este nuevo capítulo, el tercero de la era agapitista-bandresista en el Real Zaragoza del siglo XXI. Una tregua de dos meses nacida con motivo de las vacaciones veraniegas y a la que dí continuidad durante toda la pretemporada. Consideré que era cuestión de ver, observar con detalle en qué iban a consistir los cambios o rectificaciones (si las hubiere) de Agapito tras su estrepitoso fracaso del año pasado, tras el descarrilamiento brutal de su proyecto ilusionante de hace poco más de 24 meses. No me apeteció nunca hablar aquí de las concentraciones de Navaleno-San Leonardo de Yagüe (Soria) o Villalba (Lugo), ni tampoco del resto de los bolos amistosos de este precario estío. Con lo escrito día a día en HERALDO DE ARAGÓN me parecía suficiente. Éste ha sido un verano lleno de decepciones, de gestos torcidos, de hundimientos morales de mucha gente que ama el Real Zaragoza y no era cuestión de redundar sobre un trabajo deficiente (así le han planteado Agapito y Herrera la pretemporada al nuevo entrenador, Marcelino, por culpa de sus decisiones y sus tiempos a la hora de ejecutar los cambios de jugadores en la plantilla).
Por eso quise esperar a que el equipo se presentara en La Romareda ante la Real en la segunda jornada de la liga. Soñando con que hoy domingo tuviéramos seis puntos en el casillero y encabezásemos la clasificación de Segunda desde el mismo inicio. El destartalado y arruinado Levante me parecía un rival muy accesible por su provisionalidad en el estreno liguero y la Real Sociedad, en nuestro campo, tendría que haber sido un rival batido en condiciones normales. No era descabellado soñar con tener ahora seis puntos.
Y también preví que el pasado miércoles era posible que el Zaragoza hubiese eliminado de la Copa a los donostiarras y, por lo tanto, pudiéramos vivir en estos instantes un inicio de curso prometedor, encarado hacia una reconciliación moral y deportiva que el Real Zaragoza necesita hace tiempo pero que sus dirigentes, sus caprichos y, por supuesto, la mala marcha en términos puramente futbolísticos, están haciendo imposible.
No ha salido como lo pensé y deseé. Al contrario, el equipo, a pesar de los numerosos fichajes y las numerosísimas bajas (decía Agapito que todo el mundo iba a seguir aquí, en un arrebato de orgullo mal concebido allá por mayo), parece no haber cambiado de cara. Todo sigue transcurriendo siempre lejos del mejor de los caminos, no hay manera de encontrar una carretera bien asfaltada para que el equipo transite sin baches ni sobresaltos.
En definitiva, que solo estamos al principio, camino de la tercera jornada en Las Palmas, y ya se han producido los primeros sofocones. Y las malas caras siguen porque, realmente, quienes las provocan y las patrocinan siguen ahí, en el machito, pensando que este cortijo es suyo por mor únicamente de cuestiones societarias. Sin darse cuenta que el Real Zaragoza tiene 76 años de vida, mucha tradición tras de sí y muchos sentimientos incomprables por nada ni por nadie. Y, a pesar de que Agapito ha traído gente nueva (forastera mayormente) a diversos puestos relevantes del staff del club, casi nadie se ha marchado. Hay duplicidad de cargos, masificación administrativa en los despachos. Hay muchos jefes y pocos indios. Y, lo que es peor, hay elementos nocivos que, increiblemente, siguen en sus puestos y tomando decisiones cruciales para la entidad. Eso, ex aequo con las dificultades para obtener resultados deportivos y cuajar un equipo competitivo, es lo más grave. Que la credibilidad del Zaragoza como institución está por los suelos. Y todo ello en plena 'operación acordeón', que ahí seguimos inmersos para intentar taponar el boquete financiero que ahoga a la S.A.D. hasta límites casi insostenibles.
En fin, amigos, que ya rueda el balón, que regresó la liga mal que nos pese (lo digo porque estamos en Segunda), que hay que intentar lograr el ascenso como sea y que, de momento, por mil detalles que ya conocéis de este verano, la cosa no va bien.
Me temo que, o Marcelino logra reconducir al equipo lo antes posible, o podemos estar en los albores de un año difícil en todos los sentidos. Como siempre, quedo a la expectativa de todo lo que vaya a ocurrir. Y os lo iré (mos) contando puntualmente.
Suerte, paciencia (queda poca, por lo que vi ayer en La Romareda) y, sobre todo, calma. Los nervios nunca traen nada bueno.