17 de octubre de 2007

D'Alessandro y Aimar, tristes protagonistas de un nuevo día nervioso

No ha manera. Por unas u otras causas, la actualidad del Real Zaragoza en los últimos días no puede apartarse de la polémica, de lo anormal, de la rutina calmada que presidió el trabajo cotidiano del equipo y del club hasta el partido del Campo Nou. Desde entonces, eliminación catastrófica de la UEFA incluida, mal que pese a todos, predomina lo negativo por encima de lo positivo (que también lo ha habido, sobre todo a través de los resultados ligueros frente al Sevilla y Levante que mantienen viva la esperanza de reconducir este estado de nervios y roces permanentes si el equipo se aúpa a la zona noble de la Liga).
Hoy, el titular que se extrae de la única sesión preparatoria celebrada en la Ciudad Deportiva, no está relacionado con los ejercicios efectuados por los jugadores, ni por un golazo, ni por una determinada alineación, ni siquiera por las típicas pequeñas lesiones que suelen trufar los ensayos semanales a lo largo de un año deportivo. No ha sido posible tampoco.
Cuando el entrenamiento estaba a punto de terminar, Andrés D'Alessandro y Pablo Aimar se han enzarzado en una fuerte discusión tras una jugada trivial en el partidillo que había organizado Víctor Fernández y han acabado protagonizano un bochornoso espectáculo con empujones, fortísimos insultos, amenazas de muerte, gritos, insultos y duros reproches que no han acabado en agresión gracias a la actuación de Diego Milito (el único que ha acudido ha separarles de manera decidida, pasados ya unos segundos desde el inicio del altercado en mitad del campo).
Extraña esta pelea, ya que se trata de dos jugadores argentinos, presuntamente cercanos en muchas cosas, y que incluso en su pasado juvenil habitaron la cantera del mismo club, el River Plate. Ni siquiera esos condicionantes han evitado el espectáculo matinal de hoy en la Ciudad Deportiva, donde las caras de estupor eran tremendas una vez que D'Alessandro se iba caminando solo al vestuario y, a continuación, Víctor Fernández decidía terminar el entrenamiento. Nadie podía creerse que Andrés y Pablo pudieran acabar así.
Mayor gravedad al incidente ha añadido la presencia en la banda durante toda la mañana del máximo accionista de la entidad, Agapito Iglesias, que ha vivido la situación en primera persona, sin que nadie se la tenga que interpretar y sin tener que acudir al visionado de las imágenes por televisión o fotografías.
Aimar habló a la salida del vestuario. D'Alessandro, muy caliente en las últimas fechas, prefirió guardar silencio. Las palabras de Aimar han sido las clásicas. El tópico habitual en estos casos. Que es normal que pase esto, que es bueno porque indica que hay tensión en el equipo, que es positivo que la gente esté involucrada y bla, bla, bla... Que han hecho las paces en el vestuario y que ya está todo solucionado.
Pero, como siempre pasa con estos incidentes, el borrón no se puede quitar. Ahí queda. Y, por más que los protagonistas y sus alrededores interesados intenten borrarlos del disco duro de la realidad, no se puede. Es algo indeleble. ¿Tendría algún sentido obviar algo tan llamativo que ha ocurrido a la vista de todos? Evidentemente, no se puede ni se debe. A lo hecho, pecho. Como todo en la vida.
Es una pena que suceda cosas así, sobre todo porque, tradicionalmente (y lógicamente), este tipo de sucesos son indicativos de que hay nervios, de que las cosas no marchan del todo bien y de que hay una temperatura demasiado alta dentro del vestuario y en lo que le circunda. Nunca es buen síntoma tener fiebre. Ojalá lleguen enseguida los resultados que todo lo sanan. De lo contrario, la espiral que parece habere iniciado en diversos ámbitos del club y sus pedanías tiende a tener un final no deseado por nadie.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bien! ya tenéis carnaza...
A mi me gusta el espíritu "Kily", sangre caliente pa comernos a todos los rivales. A algún jugador le vendría bien una buena transfusión de esta sangre.
No os escandaliceis por chorradas, cuadrilla pesimistas!

Anónimo dijo...

Aimar y D'Alessandro. Vaya par. Esto pasa por llenar el vestuario de estrellitas egoistas que no piensan mas que en salvar su culo cuando el equipo va mal. Vaya futuro nos espera con estos elementos. Ahora diran que esto es competitividad, intensidad y todas esas pijadas. Una mierda. Eso es lo que es. Si las cosas fueran bien, no habria roces ni piques asi. A cascarla estos dos divos de medio pelo.

Anónimo dijo...

Los roces entre compañeros de equipo hasta incluso llegar a las manos es normal en cualquier deporte. Yo lo he vivido en carne propia y son gajes del oficio. No pasa nada absolutamente, probablemente es inevitable e incluso necesario. En este caso no hay que sacar el incidente de madre.

mariok dijo...

No puede meterse a los dos en el mismo saco. Aimar se ha limitado a darle a D'Alessandro un empujón para quitarselo de encima. Y el otro se ha puesto a amenazar de muerte y proferir todo tipo de insultos. Sólo entonces ha intentado pablo la pelea. Ha habido agredido y agresor. Pablo nunca ha buscado una pelea barriobajera. No es su estilo. Y ahora no debe quedar marcado por el impresentable comportamiento de otro, que él sólo ha sufrido.

Anónimo dijo...

aimar que se ha echado tantas veces el equipo al hombro como es posible que lo llamen divo de medio pelo???? desagradecido!!!!

que blog tan pesimamente redactado...que poca subjetividad