9 de febrero de 2008

Aquel entrañable partido de amigos y vecinos que un día se perdió

Pamplona. Osasuna. En tiempos pretéritos, partido grande, de máxima rivalidad, de trenes especiales, de comidas de hermandad entre dos viejas y arraigadas aficiones... Ahora, lamentablemente, es otra cosa. Futbolísticamente sigue siendo un partido atractivo, con garra, con sabor. Pero fuera del césped, los últimos quince o veinte años han devaluado sus valores tradicionales a través de los consabidos tintes socio-políticos que determinados grupos radicales han inyectado en cada partido entre el Atlético Osasuna y el Real Zaragoza.
Es una pena, pero los hechos ahí están y no se pueden obviar. Hay que orillarlos en los análisis profundos de cada partido entre rojillos y blanquillos, pero para quien estaba acostumbrado a viajar y disfrutar de un choque cercano, con un viaje atractivo de menos de 200 kilómetros, es una auténtica pena. De hecho, hace tiempo, mucho tiempo, que la gente ya no se desplaza. Hay cierta tirria, cierto rechazo a hacerlo, hasta tal punto que ni se plantea en la inmensa mayoría de seguidores de ambas escuadras. Ni los navarros viajan a La Romareda, ni los aragoneses al viejo El Sadar (ahora Reyno de Navarra).
Este es un caso digno de análisis sociológico que podría demostrar cómo elementos ajenos a un ámbito pueden ser capaces, por una mala gestión de los organismos, entidades o colectivos implicados y de las autoridades competentes, de modificar los hábitos sociales y las costumbres y tradiciones más arraigadas.
Al margen de estas circunstancias del envoltorio del partido, este Osasuna-Zaragoza de mañana es un duelo vital para ambos. Los navarros están en puntos de descenso, atrás en la cola después de una racha penosa en el último mes y medio. Los aragoneses, que rozaron esa peligrosa cota hace cuatro semanas, están en plena huida del los bajos fondos de la Liga. Pero no pueden cantar victoria porque la igualdad del campeonato no permite respiros.
Ganar es para Osasuna media vida. Vencer es para el Zaragoza confirmar su rectificación tras el cambio de dirección en el banquillo y, sobre todo, volcar la tendencia de su racha y volver a acercarse con consistencia a los puestos continentales. La Liga está tan apelotonada en esa enorme franja central de la tabla que une el puesto 7º con el 18º que, una racha buena de tres o cuatro partidos sumando de tres en tres como podría acumular el Zaragoza en este momento, supone un empujón tremendamente visual en la clasificación (todo lo contrario que ocurre si, inversamente, esa racha es negativa y sin puntuar apenas, como bien sabemos por aquí).
Ahí se encuadra el partido de Pamplona para el Zaragoza. Son tres puntos de vida, de sueño con cambiar el paso de este mal año. Sabiendo que, si se volviese a perder ante un rival necesitadísimo, los problemas están aún tan cerca que volverían a asomar indefectiblemente. Vamos a ver qué sucede mañana en el presionante campo pamplonés. Os lo contaremos.

1 comentario:

Midar dijo...

Parece que algunas cosas se están enderezando.
Sin embargo, todavía quedan cuestiones muy oscuras en el R. Zaragoza y una de ellas es el caso Matuzalem.
¿Hasta cuando va a estar lesionado?, ¿será que se hace el lesionado para jugar, pero no para cobrar su jugoso sueldo?.
En el Club tienen que dar una explicación clara y convincente sobre este asunto.

El estado de Francelino Matuzalem gira poco a poco hacia el misterio: pasan las semanas y el brasileño continúa sin ponerse a punto ni ofrece la sensación de progresar como sería normal en su puesta a punto para reaparecer. En las últimas semanas han sido constantes las molestias, algunas pruebas médicas de resultado casi negativo y, ahora, la dosificación del trabajo para el brasileño, que ayer sólo realizó la mitad de la sesión matinal y fue guardado durante la de la tarde.
A Matuzalem, lesionado el 26 de septiembre por el barcelonista Touré, se le diagnosticó un periodo de baja de dos meses y medio y ha cumplido ya más de cuatro sin volver a pisar el campo. La rotura parcial de ligamento que sufrió en la rodilla izquierda, a consecuencia de la dura entrada de Touré, dejó al Zaragoza sin su hilo conductor en el medio campo. Matuzalem estaba llamado a ser el futbolista alrededor del cual se ordenase el juego del equipo, cuyo medio campo ha sufrido desde entonces múltiples variaciones en busca de la mejor combinación.