31 de mayo de 2008

Marcelino

Fin de la segunda semana tras el descenso. Ya hay nueva relevante. Marcelino García Toral es el protagonista. Un llamativo protagonista para llevar las riendas del banquillo zaragocista el año que viene en Segunda División. Una figura emergente en el fútbol español desde hace dos temporadas que, a golpe de talonario (no es nuevo el método) Agapito Iglesias ha logrado convencer para venir a Zaragoza. Hace un manojo de días, Marcelino no valoraba ni un solo segundo entrenar en Segunda, por supuesto. Su éxito magnífico al frente del modesto Racing de Santander, al que ha metido en la UEFA por primera vez en su larga historia con una plantilla justita y baratísima en costes, le abría puerta más importantes, más sugerentes, más seductoras en el ámbito deportivo. Él rechazó algunas de esas invitaciones (Valencia fue la más sonada) porque Marce (así le llaman sus cercanos) es un tipo con personalidad acusada. Se toma muy en serio su trabajo, concede valor importante a los matices relativos a su grado de mando en un vestuario. Así ha sido hasta ahora. En Gijón, en Huelva y en Santander, dentro de la burbuja del fútbol grande en la que hace un lustro que apareció con sigilo pero con ímpetu moral, algo que, a base de buenos resultados, le ha catapultado a lo más luminoso del escaparate del balompié español en estos momentos.
El fracaso de Agapito y compañía, estrepitoso e histórico en un momento inoportuno a más no poder (75 aniversario, expo, campo nuevo en ciernes...) ha llevado al industrial soriano a echarse p'alante y sacar la chequera para convencer al entrenador de moda ("me temblaron las piernas", reconoció Marcelino el día de su presentación, cuando hacía referencia a la conversación donde Agapito "le convence").
Está claro que es un gesto de 'poderío' a la vez que de miedo y respeto. Es esa mezcla de sentimientos que une la bravura de quien contempla su billetera sin límites, con el tembleque que produce tamaño descalabro como es el del descenso y el sudor frío que entra si se mira a la bola de cristal (¡ah, la bola!) y se mesura la pesadilla que podría significar un nuevo fallo de cálculo y no lograr en junio que viene el ascenso a Primera, algo que es ya un elemento irrenunciable para esta institución.
Saben todos ahí dentro que este año "todo lo que no sea ascender es un fracaso", como también admitió Marcelino en su primera rueda de prensa como zaragocista. Hay que buscar golpes de efecto, dar señales de vida ulterior, emitir mensajes que puedan calmar la desazón de la inmensa mayoría del zaragocismo tras fraguarse en Mallorca el fatídico 18 de mayo el despeñamiento a Segunda.
La faena para Agapito y compañía (esta vez, la 'compañía' puede extenderse y abarcarnos a todos los zaragocistas, no solo a los que están al mando) es que los fichajes, por sí mismos, aunque sean tan mediáticos y vistosos como el de Marcelino (ya lo fueron antes los de Ayala, Aimar, D'Alessandro...¿Se acuerdan?) no ganan partidos; no garantizan los objetivos. El Zaragoza empezará la liga con cero puntos, no con 10, ni con 15, por el hecho de haber traído a este entrenador o a aquel o aquel otro jugador. ¿Después del estacazo que se han llevado los directivos zaragocista (y sus palmeros de cámara) este año con su 'proyecto ilusionante', serán capaces de volver a entrar por ese mismo sendero luminoso o de iluminados? ¿O valorarán que igual es mejor esperar y ver día a día cómo van las cosas?
Son buenas intenciones, son proyectos hechos con la mejor de las ideas siempre, pero no se pueden valorar o rentabilizar hasta que no llega el momento de la verdad. Marcelino tiene ante sí un reto monumental. Un único reto. Y una presión añadida brutal por la idiosincrasia que tiene el lugar donde va a tener que desarrollar sus conocimientos, sus positivas experiencias anteriores. Esto no es Gijón en Segunda. Esto no es Huelva. Esto no es Santander con un equipo nuevo y desmantelado de algunas de sus principales piezas (le quitaron a Zigic, Felipe Melo, Scaloni...). El bueno de Marcelino, cuya suerte y tino será el de todos los zaragocistas, va a trabajar en una ciudad de Primera, con una afición de Primera, con una entidad que tiene vocación de Primera, pero que por la nefasta gestión de sus dirigentes, se ha ido a Segunda. Y se encuentra un equipo roto en pedazos, lleno de figuritas desmembradas, de gente dispar que no va a cuadrar con su ideal de caseta y grupo. Y se va a encontrar con unos 'jefes' como no ha tenido ni en el Racing, ni en el Recre, ni en el Sporting. Aquí nada es igual. Aquí hay hechuras de grande, de rico, de poderoso, de ambicioso como pocas veces antes se dio. Y eso genera un modo de actuar que diferencia al Zaragoza del resto de equipos del fútbol de Segunda División (claro está) e incluso de más de la mitad de los de Primera (los de mitad de tabla para abajo).
El mundo del fútbol es fácilmente ilusionable (o decepcionable, según sean los momentos). El carácter de mucha gente que pulula alrededor de esta historia es harto voluble, sencillamente manejable. Por eso, no resulta extraño observar reacciones de euforia, de exaltación del espíritu, de hasta cierta prepotencia (esto solo aplicable a los dirigentes) tras la consumación de la contratación de Marcelino.
Este tipo de reacciones tienen su parte buena (las heridas, para muchos seguidores, cicatrizan enseguida), pero también su parte mala (se olvida con ligereza en verdadero envoltorio en el que se mueve un equipo fracasado).
Marcelino está muy bien. De entrada, es una buena noticia para comenzar a montar el equipo que debe sacar en una sola campaña al Zaragoza del pozo de Segunda. Es probable (seguro) que, en el catálogo de entrenadores que presentaba el mercado ahora mismo para captar al capitán del ascenso del año venidero, Marcelino reuniese las mejores condiciones. Pero nadie puede pensar que con su sola adquisición ya está hecho medio ascenso. Ya quisiéramos que así fuera.
Y, sobre todo, nadie en la entidad zaragocista puede ir de campeón y utilizar este fichaje, fraguado únicamente a base de chequera, para intentar borrar el pasado recientísimo y proclamar la 'Ley del Punto Final' y la derogación de la memoria histórica.
Al Zaragoza pueden venir en los próximos 13 meses Marcelino (ya ha venido, de hecho), Cruyff, Maradona (no demos ideas a Buitrago y Mascardi), Pelé y Beckenbauer. Ellos y sus herederos. Lo que ocurrirá, en cada caso, es que vendrán a un equipo que el 18 de mayo se precipitó a Segunda División y, por lo tanto, es hoy de Segunda División.
Agapito, accionista de un equipo de Segunda División, y Bandrés, presidente ejecutivo de Segunda División, no tienen en estos momentos ninguna legitimidad para reprochar nada a nadie. Nada. Absolutamente nada. Como reconoció Agapito en su peculiar comparecencia del martes pasado, en estos momentos ha "fracasado" y lo único que puede y tiene que hacer es reconducir urgentísimamente el rumbo de la nave.
Y, cuando uno fracasa, su conducta tiene unos condicionantes y unas limitaciones marcadas por el sentido común y por el del ridículo. Alguno, dentro del club, o no los conoce, o se los ha saltado en unas actitudes que solo se pueden calificar de lamentables. Otros, fuera del club, son libres de jalear lo que consideren oportuno. Probablente, quien se siente cómodo aplaudiendo y ponderando valores, situaciones y actitudes de Segunda División es porque se siente cómodo en esos territorios.
Que Dios y sus conocimientos iluminen a Marcelino a partir de ya mismo (y que le dejen trabajar con arreglo a sus criterios) para diseñar una plantilla capaz de devolver al Zaragoza a Primera en solo un año. Bien estará si bien termina. Por el momento, el inicio parece el adecuado. Quedan muchísimas cosas por hacer y decidir. Y sobre todo, a partir de agosto, 42 partidos por jugar. Evidentemente, la historia se escribe día a día. Así la iremos contando y analizando, como siempre.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Es una pena que desde todos los ámbitos de la prensa se esté criticando todo lo que está haciendo el Real Zaragoza. El problema es que ya no se puede echar marcha atrás; somos de segunda y ahora toda crítica no sirve para nada. Si estas críticas se hubiesen realizado antes puede ser que no estuviésemos en 2ª. Hay que criticar a tiempo o sea cuando vaya mal el equipo no ahora.

Anónimo dijo...

El primer paso, lo ha dado el mandamás. El siguiente por lo que se lee, corresponde a Marcelino. Animo y que no le tiemble la mano,tome decisiones enérgicas,elimine a grandes ilustres y gente sin ganas ni garra. Acierto y mucha suerte,el Zaragoza equipo y la Ciudad como tal, con la afición,lo merecen. !Aupa el Zaragoza¡. El Abuelo.

Anónimo dijo...

Carlos,
¡Pero tampoco se puede olvidar tan rápidamente! ¿Mato y olvido porque no se puede echar marcha atrás?

Aunque les molesta, yo sigo criticando en mi blog a los gestores que han llevado al RZ a 2ª, y por otros motivos también.

El futbol es para gente del futbol, no para empresarios/políticos.
Salu2
www.realzaragoza-polete.blogspot.com

Anónimo dijo...

Estamos en segunda por meritos propios, todo se hizo mal desde el principio. Ahora en segunda es la oportunidad de crear un equipo unido y cin ganas de triunfar qeu pueda darnos alegrias durante un periodo de tres o cuatro años. Se ha gastado mucho en Marcelino, pero si se le ponen trabas, si no tiene libertad absoluta para formar la plantilla y el equipo, sera dinero tirado.
Estamo en segunda, aprovechemos la oprotunidad, pongamos los pies en el suelo y formenos un equipo.