31 de mayo de 2008

Marcelino

Fin de la segunda semana tras el descenso. Ya hay nueva relevante. Marcelino García Toral es el protagonista. Un llamativo protagonista para llevar las riendas del banquillo zaragocista el año que viene en Segunda División. Una figura emergente en el fútbol español desde hace dos temporadas que, a golpe de talonario (no es nuevo el método) Agapito Iglesias ha logrado convencer para venir a Zaragoza. Hace un manojo de días, Marcelino no valoraba ni un solo segundo entrenar en Segunda, por supuesto. Su éxito magnífico al frente del modesto Racing de Santander, al que ha metido en la UEFA por primera vez en su larga historia con una plantilla justita y baratísima en costes, le abría puerta más importantes, más sugerentes, más seductoras en el ámbito deportivo. Él rechazó algunas de esas invitaciones (Valencia fue la más sonada) porque Marce (así le llaman sus cercanos) es un tipo con personalidad acusada. Se toma muy en serio su trabajo, concede valor importante a los matices relativos a su grado de mando en un vestuario. Así ha sido hasta ahora. En Gijón, en Huelva y en Santander, dentro de la burbuja del fútbol grande en la que hace un lustro que apareció con sigilo pero con ímpetu moral, algo que, a base de buenos resultados, le ha catapultado a lo más luminoso del escaparate del balompié español en estos momentos.
El fracaso de Agapito y compañía, estrepitoso e histórico en un momento inoportuno a más no poder (75 aniversario, expo, campo nuevo en ciernes...) ha llevado al industrial soriano a echarse p'alante y sacar la chequera para convencer al entrenador de moda ("me temblaron las piernas", reconoció Marcelino el día de su presentación, cuando hacía referencia a la conversación donde Agapito "le convence").
Está claro que es un gesto de 'poderío' a la vez que de miedo y respeto. Es esa mezcla de sentimientos que une la bravura de quien contempla su billetera sin límites, con el tembleque que produce tamaño descalabro como es el del descenso y el sudor frío que entra si se mira a la bola de cristal (¡ah, la bola!) y se mesura la pesadilla que podría significar un nuevo fallo de cálculo y no lograr en junio que viene el ascenso a Primera, algo que es ya un elemento irrenunciable para esta institución.
Saben todos ahí dentro que este año "todo lo que no sea ascender es un fracaso", como también admitió Marcelino en su primera rueda de prensa como zaragocista. Hay que buscar golpes de efecto, dar señales de vida ulterior, emitir mensajes que puedan calmar la desazón de la inmensa mayoría del zaragocismo tras fraguarse en Mallorca el fatídico 18 de mayo el despeñamiento a Segunda.
La faena para Agapito y compañía (esta vez, la 'compañía' puede extenderse y abarcarnos a todos los zaragocistas, no solo a los que están al mando) es que los fichajes, por sí mismos, aunque sean tan mediáticos y vistosos como el de Marcelino (ya lo fueron antes los de Ayala, Aimar, D'Alessandro...¿Se acuerdan?) no ganan partidos; no garantizan los objetivos. El Zaragoza empezará la liga con cero puntos, no con 10, ni con 15, por el hecho de haber traído a este entrenador o a aquel o aquel otro jugador. ¿Después del estacazo que se han llevado los directivos zaragocista (y sus palmeros de cámara) este año con su 'proyecto ilusionante', serán capaces de volver a entrar por ese mismo sendero luminoso o de iluminados? ¿O valorarán que igual es mejor esperar y ver día a día cómo van las cosas?
Son buenas intenciones, son proyectos hechos con la mejor de las ideas siempre, pero no se pueden valorar o rentabilizar hasta que no llega el momento de la verdad. Marcelino tiene ante sí un reto monumental. Un único reto. Y una presión añadida brutal por la idiosincrasia que tiene el lugar donde va a tener que desarrollar sus conocimientos, sus positivas experiencias anteriores. Esto no es Gijón en Segunda. Esto no es Huelva. Esto no es Santander con un equipo nuevo y desmantelado de algunas de sus principales piezas (le quitaron a Zigic, Felipe Melo, Scaloni...). El bueno de Marcelino, cuya suerte y tino será el de todos los zaragocistas, va a trabajar en una ciudad de Primera, con una afición de Primera, con una entidad que tiene vocación de Primera, pero que por la nefasta gestión de sus dirigentes, se ha ido a Segunda. Y se encuentra un equipo roto en pedazos, lleno de figuritas desmembradas, de gente dispar que no va a cuadrar con su ideal de caseta y grupo. Y se va a encontrar con unos 'jefes' como no ha tenido ni en el Racing, ni en el Recre, ni en el Sporting. Aquí nada es igual. Aquí hay hechuras de grande, de rico, de poderoso, de ambicioso como pocas veces antes se dio. Y eso genera un modo de actuar que diferencia al Zaragoza del resto de equipos del fútbol de Segunda División (claro está) e incluso de más de la mitad de los de Primera (los de mitad de tabla para abajo).
El mundo del fútbol es fácilmente ilusionable (o decepcionable, según sean los momentos). El carácter de mucha gente que pulula alrededor de esta historia es harto voluble, sencillamente manejable. Por eso, no resulta extraño observar reacciones de euforia, de exaltación del espíritu, de hasta cierta prepotencia (esto solo aplicable a los dirigentes) tras la consumación de la contratación de Marcelino.
Este tipo de reacciones tienen su parte buena (las heridas, para muchos seguidores, cicatrizan enseguida), pero también su parte mala (se olvida con ligereza en verdadero envoltorio en el que se mueve un equipo fracasado).
Marcelino está muy bien. De entrada, es una buena noticia para comenzar a montar el equipo que debe sacar en una sola campaña al Zaragoza del pozo de Segunda. Es probable (seguro) que, en el catálogo de entrenadores que presentaba el mercado ahora mismo para captar al capitán del ascenso del año venidero, Marcelino reuniese las mejores condiciones. Pero nadie puede pensar que con su sola adquisición ya está hecho medio ascenso. Ya quisiéramos que así fuera.
Y, sobre todo, nadie en la entidad zaragocista puede ir de campeón y utilizar este fichaje, fraguado únicamente a base de chequera, para intentar borrar el pasado recientísimo y proclamar la 'Ley del Punto Final' y la derogación de la memoria histórica.
Al Zaragoza pueden venir en los próximos 13 meses Marcelino (ya ha venido, de hecho), Cruyff, Maradona (no demos ideas a Buitrago y Mascardi), Pelé y Beckenbauer. Ellos y sus herederos. Lo que ocurrirá, en cada caso, es que vendrán a un equipo que el 18 de mayo se precipitó a Segunda División y, por lo tanto, es hoy de Segunda División.
Agapito, accionista de un equipo de Segunda División, y Bandrés, presidente ejecutivo de Segunda División, no tienen en estos momentos ninguna legitimidad para reprochar nada a nadie. Nada. Absolutamente nada. Como reconoció Agapito en su peculiar comparecencia del martes pasado, en estos momentos ha "fracasado" y lo único que puede y tiene que hacer es reconducir urgentísimamente el rumbo de la nave.
Y, cuando uno fracasa, su conducta tiene unos condicionantes y unas limitaciones marcadas por el sentido común y por el del ridículo. Alguno, dentro del club, o no los conoce, o se los ha saltado en unas actitudes que solo se pueden calificar de lamentables. Otros, fuera del club, son libres de jalear lo que consideren oportuno. Probablente, quien se siente cómodo aplaudiendo y ponderando valores, situaciones y actitudes de Segunda División es porque se siente cómodo en esos territorios.
Que Dios y sus conocimientos iluminen a Marcelino a partir de ya mismo (y que le dejen trabajar con arreglo a sus criterios) para diseñar una plantilla capaz de devolver al Zaragoza a Primera en solo un año. Bien estará si bien termina. Por el momento, el inicio parece el adecuado. Quedan muchísimas cosas por hacer y decidir. Y sobre todo, a partir de agosto, 42 partidos por jugar. Evidentemente, la historia se escribe día a día. Así la iremos contando y analizando, como siempre.

26 de mayo de 2008

La peor semana del zaragocismo

Voluntariamente he estado una semana sin actualizar este blog. No podía. Varias veces me he llegado a sentar delante del ordenador con la intención de hacerlo, pero lo he dejado correr. El viernes me marqué una obligación moral: volver a escribir, pasara lo que pasara, como muy tarde hoy lunes. Una semana exacta después del descenso, un periodo prudencial de reposo nervioso y de poso mental que evitase mensajes, gestos, palabras gruesas. Y, con cristiana resignación, lo voy a hacer.
Me cuesta acostrumbrarme a lo que veo, a lo que observo en torno al Real Zaragoza tras la catástrofe fraguada el domingo pasado en Mallorca. Estamos en Segunda y para algunos eso parece un tema no transcendente. Siguen soñando con que la tormenta de críticas y dedos señaladores pase en un par de semanas, el temporal amaine y, con ello, su permanencia en el cargo (qué afán) pueda fraguarse con un simple perdón, con un "hemos aprendido la lección y no nos volverá a ocurrir" o, lo que es peor, con el silencio y la ocultación (verdad, Herrera), acabar expandiendo una petición de Ley del Punto Final que sugiera e impida hablar más del pasado y solo permita hablar en claves de futuro.
Y va a ser que no. Que no tragamos. Que aquí en Aragón todavía queda gente no manipulable. Que la borregada es cada vez menos numerosa. Que las riendas de la actualidad no las pueden controlar al 100% desde el Gobierno, o desde sus resortes mediáticos autonómicos, o desde los sótanos de la fontaneria política de 'Pignatelli Building' en 'Maria Agustín Street'.
Que, aunque sea duro y desagradable, aquí aún queda periodismo independiente. Gente que no tiene que agradecer nada a nadie de los que llevan los mandos del juguete político. Medios que no tienen que agacharse a recoger las migajas que desde arriba les tiran para seguir respirando.
Este no es un dibujo prepotente ni un ataque hacia nadie. Os lo aseguro. Que en dos décadas de habitar en este mundo, uno ha pasado por diversas estaciones, conoce el percal y a sus sujetos protagonistas. Y todo el mundo tiene su mérito, su valor y su derecho a vivir. Faltaría más.
Pero, cuando las cosas se enconan, cuando el juego turbio prolifera (y con esto del fútbol, en Zaragoza, hace varios meses que es lo que predomina), sí que es conveniente que cada uno salga retratado en el lugar que le corresponde. Y nada de lo que sucede es gratis. Y nadie ocupa su lugar por que así lo haya querido la divina providencia. El mundo, la naturaleza, acaba ubicando a cada especie en su hábitat más adecuado. Lo mimetiza para que se adapte a su medio ambiente correctamente y lo define como individuo. Y en este asunto del fútbol, la política y todo lo que les rodea, cada personaje tiene (tenemos) un papel claro, definido y derivado del inevitable flujo causa-efecto.
Han sido 8 días complicados. Ayer, sin ir más lejos, nos extrañaba en la redacción de HERALDO DE ARAGÓN cómo, a media tarde, estábamos siguiendo con inusitado interés los resultados de la Segunda División. "Gana el Córdoba al Numancia... al final habrá que ir a Córdoba el año que viene porque no va a bajar", decía uno. "El Ejido también gana al Elche y lo mismo se salva todavía y hay que viajar hasta allá abajo", contestaba otro. "Vale más que se quede en Segunda el Sporting que la Real Sociedad, así la categoría será menos potente", apuntaba un tercero. Y así durante más de dos horas de manera espontánea. ¿Qué hacemos valorando esto, qué ha pasado aquí?, nos preguntábamos todos a eso de las 21.00. Pues es muy sencillo: nos hemos caído de la elite, este Real Zaragoza agapitista nos ha llevado al infierno por el peor de los caminos.
De estos últimos días me quedan otros regustos amargos. La comparecencia pública de un desabrido Agapito Iglesias, grosero y desubicado si tenemos en cuenta su aptitud como dirigente deportivo y los resultados de su proyecto con el equipo de esta región: estamos en Segunda, amigo mío. Un tipo a la defensiva, un elemento con aire flotante en el rotundo mundo del fútbol, que exige mayor aplicación, mayor destreza y menos tinieblas.
Tampoco me dejan buen cuerpo los modos que, dentro del club, están llevándose a cabo con mucha de la gente que trabaja ahí dentro. Es cuestión de estilo, de educación, de detalles que dejarán a cada uno en su sitio cuando todo pase.
En fin, que no quiero alargarme más. Hoy arranca la segunda semana post-descenso. Y, como nos han anunciado, espero que comiencen a moverse las cosas para revolucionar un club que necesita caras nuevas pero, sobre todo, que desaparezcan de cuajo varias caras viejas. La catarsis no puede ser por acumulación, sino que ha de ser por sustitución. Y, de momento, al único que se puede sustituir es a Pardeza. Nadie más se ha marchado.
Seguiremos atentos el paso de las próximas horas. Y días. Y semanas. Y meses. El verano va a ser larguísimo. Quizá interminable.

20 de mayo de 2008

Vergüenza torera

Eso es lo que deberían tener los responsables del Real Zaragoza en todos los ámbitos del club a partir de anoche cuando se consumó el descenso a Segunda División en Mallorca. Sentido responsabilidad, capacidad de autocrítica y, sobre todo, sentido del ridículo. Que el equipo más caro de la historia del club se les haya ido a Segunda es lamentable, intolerable, inconcebible. Tienen un difícil perdón de una afición sobresaliente, magnífica aun en las mayores adversidades de un año penoso lleno de esperpentos. Realmente, tienen un difícil perdon entre ellos mismos; porque entre todos han sido capaces de destruir tanta ilusión y tanta fe de una gente buena que confió en tipos que, en definitiva, a estas alturas, no tienen mayor categoría que la de charlatanes. Muchas promesas, mucho humo, pero al final, un fracaso sin precedentes que nadie, en los confines del mundo futbolístico, acaba de creerse y explicarse.
Por el momento, solo uno de ellos ha dado el paso adelante. Miguel Pardeza, el director deportivo desde hace 6 años, ha dimitido hoy irrevocablemente. O sea, con vergüenza torera. Se come con patatas su parte alícuota de culpa y se va a su casa. Deja atrás un sueldo multimillonario que le ha hecho de oro en el último lustro (un poco más de lo que ya lo era tras muchos años como jugador estrella) y se va a su casa. Reverencia para un hombre que, en el cómputo global de su responsabilidad en el club, suma más cosas positivas que negativas, aunque estas últimas se hayan acumulado nocivamente en los últimos 20 meses hasta destrozar su curriculo. Así se actúa cuando el fracaso de un proyecto o una empresa es del tamaño del que acaba de sufrir el Real Zaragoza.
La pregunta siguiente sale sola del cerebro de cualquiera que aplique la normalidad a sus actos y a sus hechos. ¿Solo se va él? ¿Y Pedro Herrera a qué espera?. En definitiva, el área técnica y deportiva del club la conformaban desde 2002 los dos. Incluso es de ley reconocer y recordar que Pardeza vino para salvar el cuello del entonces fracasado Herrera, que como único responsable de tan importante parcela, había llevado al equipo a Segunda División igual que ha sucedido ahora: el año que más dinero se había gastado en toda su historia el club aragonés. Soláns, increíblemente, decidió tirarle un flotador y no lo destituyó (como pedía el más común de los sentidos). Le degradó, lo señaló negativamente poniéndole un jefe por encima, pero le perdonó el salario. Otros valores vería y tendrá Herrera para que siguiera siendo útil a pesar de tamaño desastre como el que produjo por entonces con sus erradas decisiones.
Pardeza, en su primer gran fracaso, ha tenido vergüenza torera y se ha bajado del barco en marcha. Sabe que aquí su credibilidad ya no es válida. ¿Qué pensará Herrera tras dos descensos en 14 años al frente de la secretaría técnica para no seguir el mismo camino que su compañero de fatigas? ¿No se da por aludido?
Mañana habla Agapito. ¿Anunciará continuidad? ¿Aquí no ha pasado nada?
Estimado empresario soriano: este proyecto está hundido. A los ojos de la mayoria de la gente (la no interesada en esta historia personalista y extrafutbolística que envuelve al actual Zaragoza) la habéis cagado. Fuertemente. De forma muy dañina para la historia de este club y para la imagen de esta ciudad y de este club señero en el fútbol español y europeo. La continuidad solo traerá más daño. Hace falta, como me dijo hace unas semanas alguien importante de detrás de las bambalinas de esta entelequia que es ahora la entidad, "un legrado completo".
Quedo expectante. A ver por dónde sale el primer movimiento de alturas tras el fracaso más grande de toda la vida de mi Real Zaragoza (yo también lo tengo por mío, aunque seguramente por muy diferentes razones a las tuyas). A ver si hay alguna dosis de vergüenza torera como la que hoy ha demostrado Miguel Pardeza con su anuncio sin vuelta atrás.

14 de mayo de 2008

Último baile. Y sin bises

Se acaban los argumentos. Se terminan las excusas. Ya no sirven los giros verbales. Se pone punto final a tanto despropósito y a esta pesadilla de temporada. En pocas horas (cuatro días, después de semejante peliculón, son solo unas horillas) vamos a saber si el Real Zaragoza consigue permanecer en Primera División o si desciende a Segunda. El domingo a las 20.00, el desenlace tendrá cara, forma, color y olor. Ha llegado el 18 de mayo, esa fecha emblemática que tan lejos ha parecido a muchos durante muchas fases del tortuoso camino que ha dibujado el equipo aragonés a lo largo y ancho del discurrir de esta Liga 2007-08.
Mallorca es el lugar marcado para definir el futuro del equipo aragonés. En la Liga de su 75 Aniversario como club, el último baile será en la isla balear. La última pieza. El vals definitivo. Y la Liga no concede bises. No se contempla ninguna prórroga. Cuando el árbitro pite el final del choque de Son Moix, ahora Ono Estadi, la suerte estará echada para bien o para mal.
En estas horas previas, poco hay que hablar. Todo está dicho. Requetedicho. De nada sirve a estas alturas volver a girar otra vuelta más alrededor de los mismos lugares comunes. La realidad del equipo, de la entidad, de sus dirigentes, es la que es y no admite dudas ni debates añadidos. Todos están retratados. Todos tienen escritos sus cargos, sus culpas y, si se aplica el sentido común, hasta sus penas.
Es cuestión de esperar. Ya nada se puede hacer a estas alturas que no se haya hecho durante más de nueve meses. El fútbol todo lo termina. No ha habido nunca una liga inacabada, o una Copa inconclusa. Todo se acaba.
El sueño de todo zaragocista es que, en contra de la trayectoria del equipo fuera de casa durante más de año y medio, en contra de la racha mallorquina, en contra de lo que dicta la lógica, el Real Zaragoza sea capaz de vencer el domingo en campo bermellón y logre salvar el pellejo in extremis para poder acometer la revolución que este fracaso merece en Primera División. Ese sueño, ese deseo profundo, no puede pasar de ser algo etérico en estos preliminares llenos de nervios. Nada se puede aportar más que suspiros ansiosos.
Así que, en la medida en que cada uno lo sepa llevar, nos aproximamos ya a vivir horas y minutos cargados de tensión personal y grupal, instantes en los que todos, en la medida en que el futuro del Real Zaragoza afecta directa o indirectamente al ánimo y el día a día de cada individuo, no podemos quitarnos de la cabeza este episodio culminante de Mallorca.
Solo me parece momento de desear al equipo toda la suerte del mundo y, al colectivo zaragocista, un final feliz.
Ah, y como dato accesorio que me hace pensar en positivo, dejo al final una apreciación muy personal. Observo (y me cuentan que observan) muy confiado a Agapito. Sé que en el club se viene extendiendo poco a poco la percepción de que el domingo el Zaragoza va a ganar en Mallorca, con total seguridad. Dentro de la decepción generalizada, del miedo colectivo, de la angustia contagiada hace semanas entre todos los militantes blanquillos, no es un dato a desdeñar.
Si ellos están tan convencidos. ¿por qué no sumarnos los demás? Total, a estas alturas, ya no nos quedan alternativas. Ojalá que tengan sus razones.

10 de mayo de 2008

Miedo

Esto se acaba. En unas horas se juega en La Romareda el último partido de la temporada del Real Zaragoza como local. Estas campañas que terminan con un Mundial o una Eurocopa son realmente cortas. Solo restará el choque del domingo que viene en Mallorca y, en un abrir y cerrar de ojos, la Liga habrá concluido. En realidad, habrán terminado todas las competiciones en todos los países europeos. Esta vez, a mitad de mayo, todo el mundo, todos los equipos, tendrán ya las notas definitivas del curso.
Y, un día antes de culminar el torneo en La Romareda, la mayoría de los zaragocistas tenemos miedo. Ese vértigo propio de los exámenes finales. Ese desasosiego habitual cuando no se tiene bien preparada la materia y, aprobar, va a ser cuestión de azar por encima de conocimientos y aptitud. El examen es durísimo. El Real Madrid, el campeón de Liga, estárá enfrente. No es una "maría" (aunque venga con algunas bajas y, supuestamente, relajado tras certificar su título). El zaragocismo, con los jugadores a la cabeza, tiene ante sí un reto de primerísimo orden. Si no se aprueba la cita con tres puntos, es posible que estemos ante un curso catastrófico. Solo quedaría una convocatoria más para arreglar el desaguisado, la de Mallorca en 8 días.
Anoche en el baloncesto. Por la mañana en la calle, en los comercios. Hoy en una reunión de amigos. Hace dos o tres días los vecinos futboleros. En la redacción del periódico. En la cafetería, en la gasolinera. En el colegio desde el pasado jueves a la vuelta de Valencia... en decenas de lugares, con infinidad de gentes conocidas o absolutamente anónimas, estoy impregnándome del sentimiento que reina en quienes siguen, quieren y sufren al Real Zaragoza. Y hay miedo. Todos tenemos miedo. Lo llevamos metido en vena desde hace muchos días (unos más, otros menos).
Mañana va a ser una noche para la historia de nuestras vidas. De esos días que, con el paso de los años recordaremos suceda lo que suceda. Va a ser "aquel día que vino el Madrid en la penúltima jornada y estábamos jugándonos el descenso a Segunda División con el Osasuna y el Recreativo en una pelea brutal, a muerte, y donde teníamos el peor calendario de todos".
Cómo nos gustaría a todos poder afrontar estos dos fines de semana (especialmente este primero) sabiendo mínimamente por dónde van a ir los tiros en la resolución de esta inquietante incógnita del descenso y la permanencia. ¿Serán los navarros los que se despeñen? ¿Serán al final los onubenses? ¿O nos tocará al final a nosotros?
Vamos a creer en que nuestro desnortado equipo (desde hace más de año y medio presenta ese mal) va a ser capaz de sacar fuerzas de no se sabe bien dónde, como el día del Deportivo o el Recreativo, y ganará este transcendental partido ante los madridistas, uno de los más decisivos como institución que ha podido jugar el Zaragoza en muchas décadas (sobre todo si el marcador final fuera de derrota y nos abocara al abismo de Segunda).
Se habla con facilidad de vencer al Madrid. Se utiliza como terapia, como circunstancia de normalidad para espantar los fantasmas que causan el terror mental a muchos zaragocistas. Se quiere creer a pies juntillas en el potencial del equipo aragonés como si estuviéramos en los mejores tiempos. Pero, en el fondo, la mayoría sabe que va a ser complicadísimo. Por ellos (aunque no vengan mentalizados al cien por cien) y, sobre todo, por nosotros. Por nuestras carencias, por nuestros nervios, por nuestros lastres. Todo eso que nos ha traído hasta aquí desde que este campeonato liguero inicio su camino allá por agosto del año pasado.
Han sido mil horas de discusiones, de forofadas, de ilusiones rotas, de un no querer creer lo que pasaba, de observar la desfachatez y los intereses particulares de varios "jetas" que negaban cualquier posibilidad de hundimiento en virtud de una hipotética calidad descomunal de esta plantilla, de aquel desarmado cuadro técnico, de un supuesto potencial económico de los nuevos regentes de la entidad tras la venta de Soláns. Y esto se acaba. Las discusiones siguen y seguirán por mucho tiempo. Las forofadas, también. Las ilusiones rotas ya no hay quien las discuta porque, son tan grandes, que no se pueden esconder debajo de la alfombra (como lo intentaron hacer en septiembre, octubre, noviembre e incluso diciembre). La incredulidad en el fracaso se ha convertido, con el paso de los últimos cuatro meses, en una vergonzante penitencia para conniventes y consentidores de los verdaderos padres de este desastre (unos aún siguen activos en el club, otros ya cayeron). Y la desfachatez y los intereses particulares de varios personajes, a pesar del descalabro total, permanecerá viva toda la vida porque forma parte de su ser. Otra cosa será que se consienta que sigan ejerciéndola con responsabilidad dentro o alrededor del Real Zaragoza.
Ahora son horas duras, de muchos sentimientos a flor de piel. De soñar con una victoria épica (otra). De esperar que haya otro peor que nosotros para irse a Segunda con el Levante y el Murcia. Y de desear que lo que venga, lo que haya que hacer, esa regenación total que demanda este club, este equipo, esta entidad, este entorno zaragocista, se pueda producir y contar en Primera División.
Es un mayo de miedos. Un mayo crucial para el devenir del Zaragoza. Y, de repente, miro al calendario de al lado de la pantalla, y recuerdo que hoy es 10 de mayo. O sea, que hace 13 años ganamos la Recopa en Paris al Arsenal. Y lo que pensamos que sería el suelo para impulsarnos y crecer hasta ser grandes de verdad, acabó convirtiéndose en nuestro techo histórico. Y que, una vez se marchó hace 2 años Alfonso Soláns Soláns (que parecía ser el tapón a ese desarrollo expansionista del equipo), nos hemos topado con una gente fantasmagórica, con caras difusas, ocultas, correas de transmisión extrañas, promesas grandilocuentes, modos tan nuevos como desorientadores, que han acabado por llevar aquel evento del Parque de los Príncipes parisino al mayor de los idealismos en un colectivo que ha perdido toda la credibilidad en quienes dicen llevar las riendas de esta historia viva que es el Real Zaragoza.
Ojalá que, del miedo, surja la inspiración. Y, de ella, el flotador que necesita el equipo para no caerse al fondo del agujero. Suerte y acierto para todos. Y que no suframos demasiado es menester.

4 de mayo de 2008

Otra jornada redonda

No solo se hicieron los deberes ante el Deportivo en esa épica victoria por 1-0 con el ya famoso hasta la posteridad gol de Ayala. No solo, minutos antes del comienzo de ese choque ante los gallegos en La Romareda, el Recreativo había perdido 3-0 en el Vicente Calderón ante el Atlético. Es que, como sucedió hace 15 días cuando el Real Zaragoza venció 3-0 a los onubenses, el resto de los implicados en el descenso por proximidad de puntos también cayeron ayer domingo y el pelotón que ha vuelto a juntarse en la pugna por eludir la tercera plaza de descenso es ahora de seis implicados: Getafe, Valladolid, Valencia, Zaragoza, Recreativo y Osasuna están en apenas 2 puntos de distancia (de 40 a 42). Y eso contando con que Betis (45), Athletic de Bilbao (46) y hasta el Espanyol (48) aún no tienen matemáticamente cerrada la salvación a falta de 9 puntos para que la Liga concluya.
El Murcia es ya, junto con el Levante, equipo de Segunda División. A los dos equipos del arco mediterráneo les falta el tercer acompañante al infierno. La mejor noticia de esta jornada es que el cuadro zaragocista ha salido de ese mortal puesto 18º que ostentaba hasta el sábado. Ya no está en posición de perder la categoría y su relevo lo ha cogido el vecino Osasuna de Pamplona. Los navarros, por golaveraje (sí, golaveraje, con jota, que la palabra está admitida y españolizada por la Real Academia de la Lengua en su última revisión y recomendada por la Fundeu), caen al pozo en su igualdad a 40 puntos con el Recre.
El Zaragoza, por lo tanto, partirá en la 36ª jornada, pasado mañana miércoles en Mestalla, con total dependencia de sus propios hechos. No depende de terceros. Con 41 puntos, uno por encima del nivel de asfixia, tiene la vida en sus manos otra vez. Y el Getafe, el Valladolid y, lo que es más importante ahora, el Valencia (próximo rival), están con 42 a tiro de piedra. Ganar en Mestalla sería un golpe de mano cuasi definitivo.
Las cuentas, de nuevo han experimentado la mejoría que propician los resultados favorables. Ahora falta volver a cumplir la tarea. Esa tarea que fuera de La Romareda es una quimera completar desde hace muchísimos meses. Los empates, en estas circunstancias, resultan insuficientes y abren mil incógnitas. Los aclarados se logran de tres en tres.
Como se preveía hace un par de meses, el duelo de Mestalla va a ser una final a cara o cruz para los dos históricos metidos en graves apuros. El Valencia llega lacerado en Barcelona, con un humillante 6-0 encajado que prepara una olla a presión con su propio público en poco más de 48 horas. Si el Zaragoza (que irá muy disminuido por las ausencias de Zapater, Sergio Fernández y Celades, sancionados por 5 amarillas) lograse adelantarse en el marcador, el lío en el campo del Valencia podría ser estruendoso y convertirse en un aliado más de los aragoneses.
En cualquier caso, a esta hora del domingo por la noche, la satisfacción llega en lo inmediatamente anterior, en lo vivido esta tarde. Se ha completado otra jornada redonda. Como decía Ayala esta mañana, algo parece haber cambiado en las últimas 3 semanas en el entorno del Real Zaragoza. Las cuestiones de fortuna empiezan a sonreir. No es mala cosa cuando alguien está tan apurado. Mejor así.
Ahora, como desde hace muchas semanas, sigamos haciendo cuentas. A ver quién las cuadra.

2 de mayo de 2008

Nerviosismo, miedos... y una profunda fe invisible

A 24 horas del comienzo del partido del Real Zaragoza frente al Deportivo muchos zaragocistas es posible que advirtamos en algún recoveco de nuestro cerebro una extraña sensación de ansiedad. Es un sentimiento propio de las antesalas transcendentales de la vida. No quiero pecar de exagerado, pero es algo así. Con la llegada de mayo, al advertir que solo quedan dos semanas naturales de Liga, que al equipo solo le restan 4 partidos para intentar eludir el descenso a Segunda División que ahora mismo indica su clasificación, es natural que brote el nerviosismo entre quienes, de una u otra forma, sienten algo por esta historia del fútbol en Zaragoza. A solo 360 minutos para que se termine este triste campeonato 2007-08, y por más que uno intente estar frío y controle a más no poder sus reacciones, es natural que haya miedos. Muchos miedos inabordables. El fútbol es algo importante en la vida de mucha gente. Es algo que a nuestros bisabuelos les volvería locos y no entenderían. Pero, de un siglo a esta parte, el balompié ha pasado a ocupar grandes nichos de relevancia, no solo en el día a día individual de medio mundo, sino en los resortes económicos y sociales de infinidad de ciudades del planeta.
Por eso, un descenso a Segunda División como el que amenaza desde hace semanas al Real Zaragoza, en sus particulares y graves circunstancias económicas, políticas y empresariales, da verdadero pavor. El partido de mañana ante el Deportivo tiene un calado brutal, enorme, respecto del futuro de este tinglado en nuestra ciudad. Como lo tendrán (Dios quiera) el siguiente del miércoles en Valencia, el penúltimo ante el Real Madrid del próximo domingo, y el último y definitivo del día 18 en Mallorca.
Considero que nunca hasta estos momentos ha habido una recta final de liga tan decisiva y solemne como es esta para el Real Zaragoza. La supervivencia está en juego. El enfoque de un proyecto multimillonario, que excede lo puramente futbolístico o deportivo. Un fracaso de este calibre no se sujetaría bajo ningún concepto y el devenir de los acontecimientos es imposible de dibujar ahora mismo, no tiene cara concreta.
En esa nebulosa de temores, una docena de popes no viven desde hace días. Y miles y miles de aragoneses y zaragocistas tampoco, aunque los motivos de ambos grupos sean bien diferentes. Estos últimos, porque no conciben que su equipo de toda la vida vuelva a dar con sus huesos en Segunda División el año en el que se ha hecho la plantilla más cara de la historia dentro de un proyecto que vendió ilusión a toneladas (sin ningún cimiento, por lo que luego se ha visto). Y los primeros, porque los planes macroeconómicos que han rodeado a esta iniciativa difusa desde el primer día podrían sufrir un revolcón indigerible, insostenible, injustificable de cara a los grandes núcleos del poder de esta comunidad autónoma.
Así que, cuando ya se ve el final del camino, cuando las cuentas empiezan a no salir, cuando se aprecia que la tarea que hay que sacar adelante es una montaña infinita de dificultades, el cerebro empieza a emitir señales de pánico que, como sea, habrá que superar (especialmente los que se visten de corto y juegan los partidos en el campo).
Así, creyentes y no creyentes, se alivian inconscientemente a través de un hilo invisible de fe, que no se sabe bien de dónde surge, pero que mantiene viva la llama de la esperanza de que, al final, el Real Zaragoza, dentro de dos semanas, logre su salvación y no caiga a la Segunda División.
Ahí estamos. Mañana, en La Romareda, haremos una puesta en común de nuestros sentimientos.